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Ofertas políticas, deudas y reservas Por Francisco Balázs fbalazs@miradasalsur.com

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Mañana, en la ciudad de Mar del Plata, se reunirán los dirigentes sindicales Hugo Moyano y Luis Barrionuevo en lo que se anunciaba como un cónclave sindical y opositor. El objetivo: plantear la reunificación de las CGT y, a su vez, ofrecerse como la pata sindical que dé su apoyo al bloque del peronismo opositor. Entre los invitados a formar parte de la cumbre se destacaba la presencia estelar de Sergio Massa y, más abajo en el ranking, José Manuel de la Sota. La estrafalaria idea habría llegado a su punto más elevado al cursarle una invitación al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli.

A medida que fueron transcurriendo los días, la presencia de Massa, sin duda la más esperada por Moyano y Barrionuevo, se fue diluyendo. Massa prometía ir acompañado por Roberto Lavagna y Martín Redrado, ferviente admirador de Barrionuevo, a quien considera un ejemplo de dirigente sindical. La presencia de Massa en la reunión fue desalentada por varios de sus propios compañeros de ruta, entre ellos el dirigente del gremio de la Sanidad, Héctor Daer, que declaró que la unidad del movimiento obrero no se discute en un asado de verano. En cuanto al titular de la CGT, Antonio Caló, otro de los invitados para forjar la reunificación sindical ambicionada por la dupla Barrionuevo-Moyano, también desechó amablemente el convite: “No me gusta el asado, prefiero el pescado”. Quienes con seguridad serán de la partida de la reunión en Mar del Plata, son Jerónimo Momo Venegas, de Uatre; Roberto Fernández, de la UTA, y Omar Maturana, de La Fraternidad.

A pesar de las desmentidas, Scioli, Massa y Barrionuevo coincidieron el viernes en la inauguración del casino del Hotel Sasso, del gremio de gastronómicos, en la ciudad de Mar del Plata.

En cuanto a la pretendida cumbre, Barrionuevo y Moyano necesitan más de Massa que éste de ellos. El poder de convocatoria de Hugo Moyano fue perdiendo peso, al menos el que se le auguraba que dispondría para jaquear al gobierno de Cristina Fernández luego de su alejamiento del kirchnerismo. Tras su estrepitoso fracaso electoral en la extraviada alianza que conformó junto a Francisco de Narváez en las elecciones legislativas de octubre, Moyano no dispone de muchas opciones para mantener su ambición de protagonismo sindical y político. Su alianza con Luis Barrionuevo es otra apuesta desesperada. Ambos dirigentes sindicales transitaron en veredas opuestas durante casi veinte años. Mientras Barrionuevo era un defensor a ultranza de las políticas neoliberales del menemismo, Moyano se transformaba, por aquellos años, en un símbolo de la resistencia a las políticas de exclusión, desempleo y pobreza que comenzaban a azotar al país. Todavía resuenan los ecos de los insultos y descalificaciones que se prodigaron mutuamente, aunque ahora, además de desaforados, suenen patéticos. ¿Creerá Moyano, en su empecinamiento opositor, que de una alianza con Massa, la Mesa de Enlace y Barrionuevo saldrá beneficiado el sector de los trabajadores? ¿Creerá que Massa, Redrado y Lavagna trabajarán más y mejor para mejorar la distribución de la riqueza y los salarios?

El despecho es un sentimiento torvo, que corroe a muchos dirigentes que se fueron alejando del kirchnerismo por no haber encontrado satisfechas ciertas ambiciones personales. Las legítimas diferencias que se pueden tener con una fuerza política o con un gobierno, como en este caso, no debieran implicar el abandono de posiciones sostenidas hasta minutos antes de una ruptura. A lo sumo, esas diferencias y críticas se deberían tramitar con un alejamiento y no traicionándose a sí mismos. La política es una construcción que permite encauzar los ideales individuales y colectivos de distintas maneras, tiempos y formas.

Amigos son los amigos. Volviendo a Sergio Massa, su presencia junto a Moyano y Barrionuevo en estos momentos no parecería redituarle demasiado, o al menos no tanto como sus promocionados encuentros con los miembros de la Mesa de Enlace, con quienes viene jugando fuerte a favor de las demandas de las patronales agropecuarias. Massa levantó la apuesta a las claras señales que, en campaña electoral del año pasado, enviaba al sector agroexportador: en una reunión que mantuvieron la semana pasada en una estancia en el Partido de General Madariaga, les prometió acceder a una reducción en las retenciones de granos y al cupo de exportación de trigo.

Quien le compite a Massa en el juego de seducir a las patronales agropecuarias de la Mesa de Enlace es un viejo amigo de ellos, Julio César Cleto Cobos, el que se supo ganar la confianza y les prodigara tamaña alegría y conquista con su voto “no positivo”, pasándose en ese mismo instante del oficialismo a la oposición. La propuesta que les planteó Cobos, también consistente en una disminución gradual de las retenciones, fue pergeñada por Alfonso Prat Gay.

Al día siguiente, Cobos se reunió con Fernando Pino Solanas, con quien lo une el voto a favor de las patronales agropecuarias durante el debate sobre la resolución 125. Según coincidieron ambos, el objetivo de la reunión era convenir propuestas “que den respuesta a una población que se siente desamparada”. En cuanto a la confirmación de una alianza con vista a 2015 prometieron trabajar antes en el armado de un bloque en la cámara de diputados.

En esa misma dirección, y con los mismos deseos, al mismo tiempo que Cobos y Solanas se reunían para “pensar en el país”, en la ciudad de Mar del Plata, quienes no se quedaron atrás en esto de armar reuniones entre las cúpulas partidarias fueron el radical Ernesto Sanz y el socialista FAP Hermes Binner. Allí convinieron en afirmar que, entre ambas fuerzas, existe una concordia que se contrapone con la confusión que reina en el Gobierno Nacional. “Nosotros sí que nos entendemos”, afirmó, entusiasta, Binner.

Algunas reservas. Este breve muestrario del deambular opositor en las primeras semanas del año, a través de sus reuniones y declaraciones, no se dirige a la sociedad, a “los preocupados argentinos que confían en recuperar la República”, como tanto gustan repetir. Sin temor a exagerar, todas las señales que emiten, amplificadas diariamente por los medios de comunicación, postergan al votante, al que los consagró en octubre. Sus mensajes están destinados a enviar señales y seducir a los sectores de poder corporativo, a las patronales, a las estructuras sindicales huérfanas de legitimidad. La disputa ya no es ganarse al electorado sino a los intereses que les aseguren una alianza hacia a un eventual triunfo en 2015. La apuesta es riesgosa, y se parece mucho a la del año 2009, luego del triunfo en las legislativas de aquel año. Los deseos de alianzas y los armados de bloques en la cámara de diputados naufragaron en poco tiempo, resquebrajados por disputas internas que parecen, más allá de las fotos de verano, no haberse superado.

En cuanto al Gobierno Nacional, los desafíos no son pocos. El sector agroexportador, concentrado en las oligopólicas cerealeras por las que pasa el 80% de las exportaciones agropecuarias, es, a esta altura, incompatible con la indispensable autonomía que requiere el país para disponer de las divisas que genera el sector. Quedar rehenes del nivel de especulación con que administran la liquidación de dólares es inviable. Las opciones de intervenir en el sector son complejas y requieren de una comprometida decisión política. El costo de no intentarlo tal vez sea aún mayor.

La centralidad del nivel de reservas del Banco Central, uno de los blancos preferidos de la oposición regida bajo la lógica de la ortodoxia liberal, fue tratado el jueves pasado por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, al afirmar que si el país no hubiera pagado deuda con reservas, hoy el Banco Central dispondría de 73 mil millones de dólares. El gataflorismo económico y los vaivenes del discurso opositor son notables. Durante años, cuando las reservas no llegaban a los 20 mil millones de dólares, presagiaban que la falta de pago dejaría al país fuera del mundo. Nostálgicos de renegociaciones fraudulentas como el Plan Brady o el megacanje, la cancelación con reservas genuinas es vista como un signo de debilidad. El economista y consultor Miguel Bein, que no suele adherir justamente al Gobierno Nacional, desestimó en los últimos días la visión catastrófica sobre la disminución de las reservas. Hasta el procesado diputado del PRO, el economista especialista en canjes de deuda Federico Sturzenegger reconoció que lo importante no es el nivel de reservas sino la confianza que haya en el país. El remanido elemento confianza que reza el dogma neoliberal esconde razones más complejas que las ingenuas deducciones que se escuchan y repiten a diario para especular con las reservas.

En otra muestra del gataflorismo opositor, ahora demandan la palabra de la Presidenta para que dé muestras de gobernabilidad. Es cierto que la falta de su aparición pública desacomoda hasta a los propios simpatizantes. La voz de Cristina Fernández se escuchará pronto nuevamente. Ya que, aunque lo nieguen, los opositores también la extrañan.

19/01/14 Miradas al Sur

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