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GOBERNANDO

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Silencio y apuros en un tórrido verano
No es apropiado confundir, como hace la oposición, la gestión de gobierno con la comunicación.

Por Alberto Dearriba

Con la presidenta Cristina Fernández corrida del centro de la escena, el juego político de este tórrido verano es al menos inquietante. Los que la apoyan y los que la critican estaban acostumbrados a verla aparecer cotidianamente en el living de sus casas a través de las pantallas de televisión. Pero razones de salud hicieron aconsejable que la presidenta cediera la comunicación a un nuevo jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que soporta el peso de esa tarea sumamente estresante. La última vez que los argentinos de a pie la vieron personalmente o en las pantallas de sus televisores, fue el día que se celebró el trigésimo aniversario de la reinstauración de la democracia. Hace entonces casi cuarenta días que no preside un acto público, de esos en los que la presidenta pronunciaba discursos medulares, defendía su gestión o aprovechaba para azotar al neoliberalismo en sus diversas variantes.

Sus alocuciones provocaban fuertes adhesiones de quienes la adoran y rechazos categóricos de sus opositores. Todo el sistema político se había adaptado a ese juego en el cual las palabras de la presidenta daban comida a los comentarios de una y otra orilla.

Sin el disparador, los dirigentes oficialistas perdieron un tanto las guías de sus acciones y los opositores están desconcertados, porque la ausencia de material los muestra sin demasiadas propuestas. Es mucho más fácil criticar que proponer alternativas que sean atractivas para la sociedad.

En medio de una campaña presidencial un tanto prematura, el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, está tan irritado que llegó a decir en un reportaje radial que "es difícil saber quién está gobernando" y que "existe un serio problema de gobernabilidad". Supondrá que la decisión de enviar 1000 efectivos federales a la provincia de Córdoba ante un amague de insurrección policial, fue una decisión exclusiva del secretario de Seguridad, Sergio Berni, sin consulta alguna con la presidenta de la Nación. O que Cristina recibió al ministro de Economía, Axel Kicillof, en el sanatorio en el cual se repone su madre de una intervención quirúrgica, para conversar del sexo de los ángeles y no de la escalada del dólar. También creerán que el ultimátum del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, a las empresas eléctricas, no surgió de una instrucción presidencial, sino de una ocurrencia del chaqueño que es un librepensador.

Es cierto que el silencio de una presidenta que acostumbró al país a comunicar personal y directamente sus decisiones de gobierno, hace ruido. Y que en el mundo moderno, muchos llegan a creer que lo que no está en la pantalla de televisión, no existe. La batalla por la democratización del espectro de radio y televisión librada por el kirchnerismo a través de la Ley de Medios, demuestra que este gobierno comprendió como pocos el valor de la comunicación. Sin embargo, aunque la divulgación de los actos de gobierno sea una tarea esencial, no se puede confundir gestionar con comunicar, como lo hace la oposición.

En el nuevo modelo de gobierno instaurado por Cristina Fernández después de las elecciones de octubre y de sus problemas de salud, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, comunica, y ella gobierna.

En un alto de su tarea tendiente a instalar la fórmula en la que pretende acompañar al socialista Hermes Binner, en oposición a la que promueven Julio Cobos y Pino Solanas, el senador radical Ernesto Sanz se sumó a los que denuncian problemas de gobernabilidad. Señaló que "hay ausencia de política" y que "no hay gestión en el gobierno".

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, aguantó el jueves pasado una conferencia de prensa en la que lo interrogaron por Cristina. "Hace tres días hablé con la presidenta. Era mi cumpleaños, pero no hablamos de la cantidad de velitas que tuve que soplar, sino de cuestiones de Estado", dijo Scioli un tanto molesto.

El mandatario provincial sabe que tiene que cuidar la gobernabilidad como si fuera un cristal, no sólo por convicción, sino porque sus propias aspiraciones están ligadas a un objetivo presidencial. Nada le caería peor a Scioli que un adelantamiento de los tiempos institucionales. "Hay quienes quieren generar inestabilidad institucional y económica, cuando dicen que no hay presidenta, cuando en realidad Cristina está actuando y conduciendo como siempre", replicó.

Un periodista de Clarín se atrevió a preguntar por un supuesto rumor acerca de un adelantamiento de las elecciones presidenciales de 2015. Es obvio que la sola pregunta le da cierta entidad a una habladuría sin sustento y de mucha mala leche. "Lo que tenemos que pensar –contestó el gobernador– es quiénes lo dicen, porque esas cosas surgen de algunos medios de comunicación".
Para Scioli, "cuando se habla en estos términos, se quiere generar una incertidumbre, generar dudas desde el punto de vista institucional".

Los comentaristas de los medios de comunicación más concentrados abonan el clima desestabilizador con alusiones a supuestos "apuros" de la agenda política.

La instalación de un clima de supuesto "vacío de poder" precedió siempre a los movimientos desestabilizadores. Desde la reinstauración de la democracia, dos presidentes debieron abandonar la Casa de Gobierno antes de concluir su mandato. Si bien los alejamientos de Raúl Alfonsín y de Fernando de la Rúa se produjeron en medio de profundas crisis económicas y sociales, no parecieron las mejores soluciones para la salud institucional de la República.

Hoy la situación es totalmente distinta: el dólar pone los pelos de punta, pero no pocos economistas sostienen que el blue a casi 12 pesos no se condice con una economía en crecimiento, desendeudada, con reservas superiores a las existentes durante la convertibilidad cuando eran engordadas con préstamos internacionales, con buen nivel de empleo y de consumo. Las cifras de ventas de automóviles, televisores y aparatos de aire acondicionado demuestran vigor en el poder adquisitivo. En suma, por ahora el problema es político. Pero el hecho de que la presidenta deba reducir sus apariciones públicas y evitar discursos para cuidar su salud, no puede ser un motivo válido para que quienes fueron derrotados hace dos años en las elecciones, intenten moverle el piso. Por otra parte, el kirchnerismo ha dado muestras de retomar la iniciativa en momentos en los que parecía vencido. Los que se probaron anticipadamente entre 2008 y 2010 las pilchas de presidente, se llevaron una sorpresa en 2011. El historiador griego Heródoto, considerado el "padre de la Historia", afirmaba que el apresuramiento es "el padre del fracaso". Todavía faltan dos años para que se cumpla el ritual de la alternancia democrática. Es bueno tenerlo en cuenta.

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