Carta de Clelia Luro a una amiga (que forma parte de la Colección Cartas de la Dictadura), donde narra un allanamiento contra sus hijas, quienes finalmente fueron liberadas. Impresiona el dialogo hilarante que Clelia sostiene con el Comisario. “En plena dictadura también ocurrían cosas como éstas”, nos dice Laura Giussani Constenla. http://www.infojusnoticias.gov.ar/upload_imagenes/s_100111_629_gatillo_08b_(1).jpg Lima, 16 de agosto de 1977 “…Estuve en Buenos Aires veinte días. Las chicas tenían que mudarse y me empecé a preocupar porque les podía pasar algo…y así fue. Felizmente pude estar con ellas y así estuvieron más tranquilas, no quiero pensar qué hubiera pasado si yo no iba. Llegué a Rojas y estuve escondida sin salir a la calle para que no me vieran por ocho días, pero hete aquí que el día de la mudanza, cuando solo faltaba cargar una cama cayeron en casa cuatro patrulleros con diez monos altos como Jerónimo, con ametralladoras y cascos, montaron un operativo de “la patada” –como dicen acá en Perú- y entraron en casa esgrimiendo sus armas. Yo me hice la extrañada y la enojada por la invasión a mi domicilio. Nos llevaron a todos: Héctor, Clelia, Clara, Alejandra, Ángeles y yo. Las chicas como me veían con una serenidad grande no se asustaron mucho y lo tomaron en joda. Nos llevaron con el camión de la mudanza y hicieron un allanamiento dentro del camión en la comisaría mientras nosotras esperábamos dentro. Nos tuvieron nueve horas, ya te contaré porqué. Las chicas se reían, Ángeles de nervios. Después de una hora vino el comisario y preguntó “quién es la responsable de la casa”, le dije que yo y me hace pasar. Tenía sobre la mesa cuatro libros “subversivos” entre los que estaban la Reforma Educativa de Perú, uno de Bolivia de Torres, otro de Puiggrós sobre las causas de peronismo, uno de Uruguay y la Revolución del Hombre Nuevo de Jero. Entonces le digo: “Escuche Sr. Usted sabe de quién es la biblioteca, y un hombre como él tiene que tener libros que le disgusten y libros que no, incluso si usted quiere atacar al marxismo debe conocerlo y leerlo”…en fin, al final le digo si quiere que le regalo éste libro, por el de Jero, y me dice muy duro “quiero que sepa, sra, que yo soy católico de derecha”. Yo me hago la extrañada y le digo “qué es eso? Porque Paulo VI está por excomulgar un católico de derecha, un obispo. Nosotros estamos con Paulo VI, un poco más allá. Y si usted es católico de derecha sabrá que Cristo manda que nos amemos, y fíjese que yo a usted no puedo odiarlo solo por eso, porque piense diferente que yo”. Y él me responde: “Yo a usted no, porque usted puede matarme en cualquier momento”. Me indignó su capciosa acusación de terrorista y le dije: “El que puede matarme es usted, a mí y a todas mis hijas, con eso que lleva en la cintura, yo en cambio no llevo armas ni sé usarlas”. Finalmente el comisario dice: “Sra, usted se va con su hija menor a terminar la mudanza y el resto se quedan detenidos en garantía.” Nuevamente me indigné. “De ninguna manera, yo me quedo aquí y mis hijas se van a terminar la mudanza”.Entonces el comisario se enojó: “Sra. Aquí mando yo”. Perdone, me olvidé que estaba en su casa, le repliqué con sorna. Entonces pensé que era mejor salir y avisarle a mi amigo militar. Antes de irme me hicieron “tocar el piano” con las huellas digitales para hacerme las fichas y me anotaron en un libro. El milico se pone nervioso: “Sra, por favor, quédese quieta”. “No se da cuenta que estoy temblando? No se si de frío, de miedo o de rabia. Así que tenga fuerte mi mano”. Entre tanto observo que el comisario tiene anillo de casado. “Sr. Usted es casado e imagino que tendrá hijos ¿le parece que me puedo ir tranquila dejando a mis hijas en garantía? Primero ¿en garantía de qué? Más bien será como rehenes, además, quién me asegura que voy a encontrarlas acá mañana? Con las cosas que están pasando en éste país ¿usted cree que una madre se puede ir tranquila dejando a sus hijas en la comisaría? Y si luego cuando vuelvo han desaparecido ¿quién se hará responsable por ellas?”. Entonces, con total cinismo me dice: “Sra. Quiero que entienda que ésta es una detención legal, no un chupamiento”. Casi exploto, pero me contuve pensando que allí iban a quedar mis hijas… ”Sr. Antes de irme quiero despedirme de mis hijas.” Las hizo pasar y me fui despidiendo y haciéndole recomendaciones a cada una y dándole la bendición en la frente con la señal de la cruz como acostumbramos en casa. A todo esto el tipo –el “católico de derecha”- tuvo que esperar parado al lado con una cara de asombro y de desconcierto imposible de disimular. “A dónde van a pasar la noche mis hijas?” “En el calabozo, naturalmente”. “Usted está loco! Mis hijas no están acusadas de nada así que no tienen por qué estar en el calabozo”. “Sra. Esta noche parece que va a hacer mucho frío así que le aconsejo que traiga mantas y comida”. Y luego, dirigiéndose a Ángeles: “Vos sos una joyita todavía”. “Ella es una joyita porque es la más chica, pero sepa que todas mis hijas son una joya” (…).
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