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INUNDACIONES, ESCUCHAR Y ACOMPAÑAR

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El drama de las inundaciones La delicada tarea de escuchar y acompañar Por Patricia Malanca y Silvia Sisto El dueño de casa nos dijo: “Sí, jueguen con los chicos, así los sacamos un poco de todo esto”. Y cuando bajaron las aguas, empezaron a funcionar las preguntas, como por ejemplo: ¿Solidaridad ante las emergencias o un trabajo territorial para concebir una comunidad organizada frente a las emergencias? Así también empezaron a funcionar las convocatorias en redes sociales hacia miembros de la comunidad PSI que replicaba el mismo pedido que se hacía a través de organizaciones sociales y políticas. Es así que 35 psicólogos unidos y organizados, estábamos reunidos el domingo en un aula de la Facultad de Periodismo, al igual que otros tantos que ya habían trabajado el día anterior para realizar tareas múltiples de contención en La Plata. Una charla previa por parte de psicólogos de La Cámpora, una cuadrícula con una distribución de siete zonas de abordaje territorial de los barrios más damnificados sobre un pizarrón y tres tareas claras por hacer. Así como suena, con ese nivel de organización: prolija y pormenorizada. Parte de los psicólogos se dedicarían a contener a los niños de las familias que estaban reconstruyendo sus casas, otra parte trabajaría caminando los barrios para ofrecer la escucha de lo que se quisiera expresar y otros grupos trabajaríamos directamente con familiares de las víctimas. La mayoría de los psicólogos y estudiantes pertenecían a La Cámpora, pero también había psicólogos de organismos de Derechos Humanos, de Desarrollo Social, de hospitales públicos de la Ciudad de Buenos Aires, de la Red Otro Lugar Marginación No, voluntarios, todos unidos, organizados y muy comprometidos. "Lo único que necesito es volver la vida cinco días atrás", dijo una renuente mujer al presentarnos en su casa. Su mamá había fallecido en la inundación. Luego de un desvarío en el silencio, pregunté: "¿Su mamá nació en este barrio?" Preguntas respetuosas y sentidas, que abrieron las puertas de una pieza húmeda y humedecida, de fotografías de la historia de una familia, de la historia de una ciudad. Con la ausencia de un piano alemán que supo educar hijos y con la presencia de una máquina de coser que parecía estar ausente, se dio la posibilidad de empezar a escuchar y acompañar. Otros psicólogos trabajamos en la zona de Los Hornos. Detectamos rápidamente un hogar, cuyo abuelo había organizado una merienda para los chicos de la zona. Con su colaboración armamos un espacio de juego para los chicos que asistían a tomar la leche. Hubo dibujos, relatos, encuentro. Nuestra función allí fue hacer un lugar al relato de lo traumático, por distintas vías, con las criaturas fue el juego. Los chicos, solitos, ya habían creado uno: ir a buscar ropa a los camiones y regalarle a la mamá... Los niños jugando pueden desdramatizar la escena pero hay que estar allí para generar ese espacio en medio de tanto dolor. Sin exageraciones ni globos de colores. Con disposición y sensibilidad. El dueño de casa nos dijo: "sí, jueguen con los chicos, así los sacamos un poco de todo esto." Los adultos querían contar, hablar, relatar una y otra vez lo sucedido… el trabajo, en este sentido, recién empieza. 10/04/13 Tiempo Argentino GB

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