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SANDRA RUSSO -REPORTAJE

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Entrevista a la periodista y escritora Sandra Russo, autora de Fuerza propia. La Cámpora por dentro. “Lo de biografía oficial, biógrafa oficial, lo rechazo porque suena a libro por encargo”.

Por Juan Ciucci
Agencia Paco Urondo

Primera parte

APU: ¿Cómo surge la idea del libro y por qué sobre La Cámpora?

Sandra Russo: En principio porque -como todo el mundo- yo tenía mucha curiosidad. Conocí a varios miembros y ya me daba cuenta con lo poco que sabía, incluso, que los mismos miembros de La Cámpora no sabían exactamente bien cómo había sido el surgimiento de la agrupación. Y después entendí por qué no lo sabían, porque el comienzo había sido en muchos escenarios laterales y paralelos, simultáneos. Entonces, al principio nació de la curiosidad.

Para mí este libro es un derivado del anterior, el libro sobre Cristina porque ahí fue la primera vez que me enteré qué había sido la FURN, la Federación Universitaria por la Revolución Nacional, que era la agrupación universitaria de Néstor. Analizando la estructura y la historia de la FURN me fui dando cuenta cómo se habían dado los eslabones generacionales desde el golpe del `55 hasta esa época, estamos hablando de principios de los `70 (la FURN había sido creada a fines de los 60). Cómo se iban dando la posta, en una misma familia o en diferentes generaciones. Se me ocurrió ahí que esa misma pista podía seguir de los últimos 20 ó 30 años hasta desembocar en La Cámpora o en otras organizaciones, como una especie de arqueología de lo que eran esas agrupaciones que forman parte de la historia reciente y que nunca tuvieron visibilidad mediática.

Además, más allá de todo esto que te estoy diciendo, era un gran tema para un libro. Cuando presenté la idea, mi aspiración no era hablar con Máximo (Kirchner), no estaba entre las expectativas, era una expectativa posible pero la verdad que yo hubiese escrito el libro con Andrés Larroque, que es el secretario general, y con todos los testimonios de la mesa nacional, más todos los otros militantes de otras agrupaciones que hablan. Como fue tan largo, fueron más de dos años de proceso, en el ínterin surgió esa posibilidad y primero Máximo habló una vez en el 2013 y habían quedado cuestiones pendientes. Yo no podía salir con un libro a la calle con esa entrevista porque habían pasado las elecciones, la operación de la Presidenta, era un libro que ya estaba desactualizado. Entonces sí o sí, tenía que esperar otra nota y fue en enero de este año, así que apenas lo tuve listo, salió.

APU: Bueno, empecemos por ahí, en la relación con el libro de Cristina. ¿Cómo te sentís en ese marco? Porque te posiciona en un lugar interesante, porque es una especie de biografía, en un sentido bastante oficial, por el grado de participación de ellos.

SR: A mí lo de biografía oficial, biógrafa oficial, la verdad que lo rechazo por las connotaciones de las palabras y por lo que uno admite cuando admite una palabra. Biografía oficial o biógrafa oficial suena a libro por encargo, a contenido acordado, me borronea a mí como autora y la verdad yo me siento absolutamente autora de los dos libros. Porque la estructura la plantié, la graduación de la información y cómo se acomodaba esa información y en qué relato central yo lo ubicaba, que es lo que hace uno con cualquier libro, cualquier ensayo. Los libros los escribí sin que nadie supiera ni siquiera… Por ejemplo, en la biografía de Cristina, es una biografía antojadiza porque para mí una biografía en términos de género tiene que ser lo más exhaustiva posible y mi libro no es para nada exhaustivo. A mí se me ocurrió entrevistar a las monjas, se me ocurrió entrevistar a Alicia.

Rechazo lo de “oficial” en términos de que cedo algo en mi autoría. Obviamente me tienen confianza porque si no, ni la Presidenta ni Máximo hubiesen hablado conmigo. Me parece que me tienen confianza porque soy intelectualmente honesta y porque planteé mi apoyo desde el principio sin ninguna reticencia y convencida de que cuando uno trabaja en medios y tiene una identidad política, lo más honesto que puede hacer es decir desde dónde habla.

APU: ¿Cómo aparece lo generacional en el libro?

SR: En los dos libros están volcados los que reconozco son mis propios intereses profesionales a lo largo de los años. Tuve una columna de Juventudes Políticas en plena dictadura. El corte generacional o el enfoque generacional es, para mí, una de las perspectivas de análisis más interesantes desde que tenía 18 años por, justamente, la frustración de mi propia generación, que éramos los adolescentes de la dictadura y a lo mejor, me debe haber quedado alguna especie de punto traumático: ¿Qué hice con mi adolescencia? ¿Qué hice con mis propios veintipico como para que eso al mismo tiempo, se me proyecte como un interés en otras generaciones?

Me parece que todos tenemos mucho de nosotros mismos y mucho del corte generacional que nos pertenece, porque esto implica empezar a ver la historia en un determinado momento y empezar a inteligir qué es lo que pasa en un determinado momento y con nuestros pares, que son nuestros compañeros generacionales y cómo es el vínculo entre una generación y la de atrás, también es un fenómeno de época. Yo encontré en la historia de La Cámpora algo que me parece que no se repite en otras historias de agrupaciones militantes, que tiene que ver con un fuerte acompañamiento de las familias de los militantes.

El militante de La Cámpora no es un militante –por lo menos en un su gran mayoría- que se plantee la militancia como un forma de rebeldía frente a los propios padres. Esa figura que es tan arquetípica de los años ´60 o de la generación de los ´70, del Mayo francés, de otra camada generacional, se plantea la militancia como una rebeldía también frente a lo generacional y acá yo no lo veo. En los actos kirchneristas veo militantes y veo familias y hay muchos padres de militantes que llaman a las radios defendiendo lo que hacen los hijos.

APU: Me interesó que en el prólogo marcás lo que sería un “salto al kirchnerismo”, una explicitación.

SR: Sí, es que existió en todos porque cuando asumió Néstor no había ningún kirchnerista y también esto es parte de la historia reciente. A mí me parece increíble que estas cuestiones no se visibilicen, que no se debatan, que no estén a la vista. Cuando uno lo menciona la gente dice: “Ah, claro”. Si no hubiese estado tan demonizada La Cámpora, las otras agrupaciones y se pudiera hablar de militancia juvenil sin tanto cliché y sin tanta cosa en el medio, todos estos procesos serían más inteligibles para todos pero, bueno, cuando empezó Néstor no había kirchnerismo. Fue surgiendo por la acción de gobierno.

Por eso elegí Vélez para abrir el libro. En realidad, siempre digo que el kirchnerismo, tanto con Néstor como con Cristina, si uno analiza los discursos de los actos, está clarísimo lo que va a hacer. Las convocatorias son públicas, lo que pasa es que nadie les presta atención, las noticias no se cubren, no forman parte de la agenda hegemónica pero eso estaba muy claro y en el discurso de Vélez –que ya tenía el libro avanzado pero no sabía cómo lo iba a estructurar- mientras estaba ahí escuchando el discurso me daba cuenta que eso estaba articulando todo.

El planteo que hizo ella el 27 de abril del 2012, que ya lo había adelantado en la campaña presidencial: se postula como candidata en 2011 como un puente entre generaciones. Esas cosas me las tomo en serio porque sé que después pasan, que no es un saraza para la tribuna y en ese acto y discurso aparece la convocatoria a Unidos y Organizados. Estaba pasando algo fuerte que después, en el transcurso de estos dos años, se consolidó.

APU: Ahí presentabas a La Cámpora pensada como una herramienta política y la relacionabas también con otras organizaciones.

SR: Todas son herramientas políticas: La Cámpora, Unidos y Organizados… 6, 7, 8. Son todos diferentes modos, diferentes herramientas para ver cómo se hace. El otro día estaba hablando en la radio con Denis De Moraes, que es un académico brasileño que escribió con Pascual Serrano e Ignacio Ramonet Medios, poder y contrapoder. Creo que en muchos sentidos, el kirchnerismo no dejó de ser un contrapoder del que emanan contrarrelatos en el contexto nacional e internacional, en que la hegemonía sigue siendo la misma y donde se va profundizando esa hegemonía.

Me parece que todavía es un momento en que eso va a seguir así también por cómo se va entendiendo la política, por qué acepción le vamos dando a la política; porque me parece que hay que empezar desde lo más básico del mundo. Siempre digo que las batallas culturales se ganan palabra por palabra. Porque además es mi territorio, el territorio más lingüístico, más semiológico y el planteo que hacían sobre “la palabra oficial”, “la biógrafa oficial” es descalificatorio, insultante. Ahora un discurso que baja de los medios hegemónicos pone en duda que las entrevistas sean reales por ejemplo, porque como ellos son capaces de publicar alguna entrevista trucha, piensan que es todo lo mismo. Entonces me parece que hay que defenderse de las connotaciones de las palabras. Con lo de “oficial” me pasa eso y con el lugar que ocupo.

Tengo una mirada sobre ese algo más que plantea el kirchnerismo, peronismo y algo más que ha sido la última definición que le escuché a la Presidenta, en una de las entrevistas que dio antes de ser operada. En el libro, esa definición aparece en boca de Wado en una de las primeras reuniones que tiene con Néstor Kirchner y que le plantea que en la universidad tienen que trabajar pero desde el peronismo y desde algún otro lugar. Que no alcanza con el peronismo pero porque todavía estaba muy manchado del duhaldismo y menemismo, estamos hablando del 2004, 2005. Yo, por supuesto, me sumé en su momento desde ese algo más, no provengo del peronismo pero desde ese algo más tampoco uno puede integrarse si no respeta profundamente al peronismo y no reconocen al peronismo como la fuerza más transformadora de la política argentina del Siglo XX.

Jóvenes y vedeopolítica

APU: Está muy presente el discurso de la juventud, en estos momentos hay una discusión sobre cuál es el sujeto político del kirchnerismo, estaría bastante presente que ese sujeto sería la juventud. ¿Cómo analizas los límites que tiene eso? Porque al ser etario no necesariamente tiene como una personificación o intereses políticos puntuales.

SR: Me parece que eso también empezó a virar lentamente, por eso son herramientas. La Cámpora en su momento fue una agrupación juvenil. Si yo hecho un pantallazo ahora por Unidos y Organizados y por La Cámpora también, no estoy segura de si es una agrupación juvenil o no, porque contiene a pibes de 13, 14 años hasta hombres de 42, 43 años, me parece que ya excede los límites de una agrupación juvenil. Por otra parte las puertas y cada vez me entero de más casos, están abiertas a gente de cualquier edad que quiera sumarse. No está planteado como que es una agrupación juvenil y si tenés más de 35 te quedaste afuera, me parece que se evoluciona hacia eso. Pero el motor son los jóvenes porque son los que tienen el deseo y no tienen compromisos preexistentes, son los que tienen la cabeza limpia y no tienen archivo. Esa herramienta de los jóvenes no se puede pensar sin acordarse que este país venía del que se vayan todos, todos no se podían ir porque no quedaba nadie.

De hecho, los que no se fueron todavía están en el Congreso como Patricia Bulrrich y como tantos otros tipos que estuvieron en los períodos de ajuste y que no se fueron, pero es también una cuestión de sentido común. En un país que se plantea que se vaya toda la clase política, ¿cómo y con quién construir una fuerza propia? ¿Cómo hubiese sido un armado de Néstor con algo que no fuera un armado que saliera de la juventud? Con la CGT no pudo ser, con qué se hace, ¿con chapas? Porque si te ponés a mirar la escena política argentina son muy pocos los espacios fuera del kirchnerismo que trabajan la base y no trabajan desde la televisión o haciendo uniones de referentes que por ahí abajo no tienen nada, lo que tienen son audiencias televisivas pero no tienen tropa propia. No creo que Pino Solanas tenga a esta altura gente que lo siga a él, puede tener televidentes a los que convenza, pero los que estuvieron en algún momento con él me parece que ya se fueron. Me parece que en esos términos hay que mirar esa construcción, en términos de un país con una clase política totalmente corroída o cooptada por la videopolítica. El político tiene que ser alguien con ganas de creer en un proyecto de país más allá del cinismo que se nos inculcó a todos durante más de 20 años.
APU: Hacés mucha referencia a la videopolítica y cómo ésta generación estaría en contra de eso. ¿Sentís que con Massa está reapareciendo esa forma de hacer política?

SR: Lo único que tiene Massa es la videopolítica. El efecto espectacular de decir que va a firmar ante escribano que renuncia a ser diputado si Cristina quiere reformar la constitución, cuando no había ni un atisbo de reforma constitucional en el aire. Es como un mago que saca un conejo de la galera y tiene camarógrafos que desvían la cámara cuando lo está sacando de la manga y esa parte no la enfocan.

Con esto del Código Penal está haciendo exactamente lo mismo con lo cual se une a un linaje de un sector de dirigentes de la derecha peronista. Hay muchos antecedentes y eso es lo que me parece imperdonable de un dirigente político: que le mienta a los que creen en él. Pasó con Menem, en el libro está perfectamente detallado lo que pasó con las JP que militaron para Menem y se tuvieron que ir el día que asumió porque apareció Alsogaray en el palco. Ese tipo de dirigentes políticos que no tienen escrúpulos, que mienten descaradamente y les mienten a quienes depositan su confianza en ellos sabiendo que después van a anudar sus alianzas por otro lado, es lo que me parece inconcebible.

Esa es la parte de corrupción de la política que infunden los medios de comunicación, sobre todo la televisión. Massa y Cobos juntos: ¿q son más que un espectáculo televisivo? ¿Qué hay de política en eso? Eso también es política, por eso tenemos que empezar a debatir a qué le llamamos política.

APU: ¿Cómo analizás que después de 10 años de hacer política aparezca con tanta fuerza ese pasado?

SR: Por eso te mencioné lo de De Moraes. Él tiene un concepto que me pareció brillante, que obliga a ver lo que pasa en la Argentina por afuera de la Argentina. La verdad es esa: la Argentina está inserta en un dispositivo de comunicación global, los medios concentrados dejaron de ser nacionales. De que las entrevistas que le hice a Máximo no sean reales se hace eco el ABC de España, por ejemplo. Laburan todos para un mismo equipo que no es ningún candidato nacional de ninguna especie, trabajan todos para los mismos intereses que son los de sus pautas y que son las transnacionales, entonces no importa si es Massa, si es Cobos.

A esos intereses les importa un rábano el tipo en sí mismo, lo que les importa es quién pueda ocupar un lugar para que esos intereses salgan indemnes. Lo que dice De Moraes es que en la década pasada el liberalismo fue derrotado políticamente en varios países de la región; pero que en lo cultural y lo ideológico no fue derrotado nada, porque las batallas culturales son mucho más largas, más invisibles y más profundas. Los ciudadanos comunes y corrientes pueden de alguna manera discriminar cuándo una política como la neoliberal atenta contra ella si puede recuperar la memoria histórica de lo que fueron los despidos a los estatales, la rebaja de sueldos, lo que fue todo eso.

Ahora todo el engranaje cultural y los dispositivos culturales que permitieron que esos sectores votaran contra sí mismos y que pueden llegar a hacerlo. ¿Por qué? Porque “la política sigue siendo sucia”, sigue “manchando”, porque “los jóvenes que se acercan a la política no tienen experiencia y están intoxicados”, porque ven corrupción en todos lados, porque “solamente lo hacen por interés”, porque “solamente quieren cargos” y bla bla bla. Todo eso también es un dispositivo que pertenece al neoliberalismo porque es negarle a un joven o a otra persona la posibilidad de acercarse a la política desde lo más alto y desde lo más honesto que tiene la política. Esa posibilidad está negada de antemano en la prensa hegemónica y eso es un dato cultural.



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