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Channel: memoria identidad y resistencia
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Cancion de viejos comunistas Por Pedro Orgambide

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Cuando Manolo cantaba las canciones del Quinto Regimiento, los parroquianos de la Casa de Troya, en la Avenida de Mayo, cantaban con el, hacian palmas y revivian los dias de combate lejos de aqui. Pero Manolo no habia estado en la guerra. Se alisto para ir a pelear, pero lo rechazaron por incapacidad fisica. Desde entonces, se consolaba cantando.

Manolo era muy aficionado a los actos politicos. No se perdia uno. En broma, un camarada dijo que Manolo tenia asistencia perfecta en el Luna Park. Pero lo que mas le gustaba a Manolo era cantar, cantar las canciones de la guerra que le habia sido negada y en la que pudo morir como un heroe.
Era un buen hombre, algo chiflado por la politica, como todos nosotros. Para el, la existencia solo tenia sentido con la Revolution. No hace falta decir que era un comunista de los de antes, creyente del internacionalismo. Supe, por el, que el famoso cantante mexicano Jesus Alfonso Gutierrez, alias El Mariachi (el mismo que cantaba en la radio), era tambien un camarada.

Por aquella epoca tuvimos noticias de que mas alla de las celulas del Partido existia un movimiento secreto, que algunos denominaban Poetica de la Politica y otros, simplemente La Causa. Se trataba de una logia dispuesta a mantener viva la pasion de la Revolution (el pathos, decia Manolo), la desmesura que enloquecia a los burocratas, a los "cretinos iluminados", como los llamaba el poeta Vladimiro Maiacovsky.

—¡Este Manolo es un gallego comunista hijo de puta! —opinaba el senor Rimaldi, el jefe de la oficina en la que trabajabamos.

Y amenazaba con denunciarlo a la policia. Pero Manolo continuaba cantando, como si tal cosa. Y a veces apuntaba con el dedo indice, como si este fuera el cañón de un revolver y hacia un disparo imaginario y atravesaba el corazon del mediocre.

Eran otros tiempos y nadie se avergonzaba de ser comunista, ni siquiera un hombre tan famoso como Jesus Alfonso Gutierrez, astro de la cancion melodica y ranchera, a quien Manolo, en confianza, llamaba "mi amigo Chucho". El mexicano, internacionalista, practicaba a la vez cierto panamericanismo erotico: por aquella epoca frecuentaba a La Paisanita, una bailarina de danzas nativas que trabajaba en La Enramada, de la Avenida de Mayo.

Cuando llegamos con Manolo, la mujer dejaba la habitación para ir a su trabajo. Chucho la despidio con un beso; un beso de pelicula de los años 40. 
Despues nos invitó a tomar unos tragos. "No bebo antes de comer", dije. A Chucho le causo mucha gracia mi reticencia "a los alcoholes".

—Los comunistas de aca son muy abstemios —opinó.

Lo habian invitado a varios picnics del Partido, en los que se tomaba vino con soda, alguna cervecita, naranjines. Se rió y ví sus bigotes muy negros y sus dientes muy blancos. Comprobé su increible parecido con Jorge Negrete.

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