El Coqueto*
El adiós a un dirigente campesino que supo militar la dignidad y enseñó a construir derechos desde abajo.
Por Emilio Pérsico
Vos sabés, Coqueto, que no me gusta mucho el chamuyo, mucho menos la literatura, pero los compañeros me pidieron que escribiera unas palabras para recordarte. Quizás como homenaje o recuerdo íntimo, o como forma de seguirte viendo en nuestro pueblo kolla. De buscarte en cada piedra de la Quebrada, dura, testaruda, pero hermosa y sencilla. En cada chorrito de agua de Ocumazo, ese valle en el que vivían los tuyos y de donde saliste, a los 14 años, para militar la causa campesina. Porque a esa edad saliste a transformar roca y agua en soberanía alimentaria. A organizar el telar, nudo por nudo, de la trama de la Red Puna, organización que nos hace creer que todavía es posible militar la dignidad y construir derechos desde abajo.
Recuerdo cuando te conocí. En tu mochila traías, orgulloso, los fiambritos de llama, los telares. Cuando con orgullo mostrabas los locales de Red Puna en Tilcara, en Humahuaca, y nos enseñabas pedacitos de la cultura kolla. O nos explicabas cómo se hacía para teñir hebra por hebra. También recuerdo cuando vimos todo tu potencial de dirigente. Ese día nos regalaste tus palabras en el acto de los trabajadores excluidos, de la CTEP, el 1 de mayo, y te abracé fuerte. Ambos sabíamos que había nacido un dirigente de los de abajo. Los diamantes en bruto. Tiempo después te propuse, por teléfono, que no sólo te necesitábamos como militante en lo social, que tenías que asumir una responsabilidad política mayor, haciéndote cargo del Movimiento Evita de Jujuy. Sin vacilar, con palabras sencillas, aceptaste el desafío.
Al poco tiempo te pedimos con la Milagros que fueras candidato. Que era muy importante asumir la responsabilidad política de construir un espacio electoral desde lo social, desde los humildes, desde los marginados, desde los kollas. Te hiciste cargo otra vez. Recuerdo, también, cuando recorriste cada rincón de la patria, cada comunidad campesina, cada rancho. En cada charla explicabas que el poder está en nosotros, que nos debíamos organizar, y lo explicabas con palabras simples, sencillas, humildes. Nunca tuviste necesidad de gritar porque estabas convencido de nuestra verdad. Nunca necesitaste protagonismo, porque sabías que esto es colectivo. Es de todos.
Pucha, ¡qué ejemplo, Coqueto! ¡Cuánta dignidad desparramada en un solo gesto! Perdoname por no haberte abrazado más, por no haber llegado hasta Ocumazo a conocer el chorrito de agua que hacía verde al valle. Vos sabés, Coqueto, que a la roca no la hacía verde el agua, sino que eras vos y tu tenacidad de 500 años de historia, de lucha. Hoy, los compañeros, tus amigos, tu familia, dicen que te enterraron en la Pachamama, en un cementerio que se llama Pucará, en las alturas, para que miraras la Quebrada. Yo creo que, en realidad, nos estás vigilando desde la conciencia, para que hagamos realidad los sueños de la Red Puna, del Movimiento Campesino Indígena Vía Campesina, de tu expresión política, el Movimiento Evita.
¿Por qué te decíamos "Coqueto" en los momentos de complicidad militante? Porque todos los días te vestías, te arreglabas y te bañabas para cada reunión, para cada asamblea campesina. No importaba en qué lugar de la América latina te encontraras, ibas siempre como si estuvieras en una fiesta. No importaba si era una reunión de Vía Campesina, una reunión en un barrio o en una cooperativa, o en un corral con una majadita. Siempre estaba allí la dignidad del Coqueto. Gracias, Coqueto, gracias, kolla, por dejarnos, como buen militante, mucho más de lo que te dimos. Por darnos más cariño, más comprensión, más sabiduría, más ejemplo. Por depositar siempre en lo común, en lo comunitario, en lo compartido, en lo organizado, las esperanzas de vida individual.
Te imagino y te envidio, ahora que pienso mejor en lo que vos creías y en lo que cree también tu pueblo: en lo que hay detrás del paso que diste. Porque nuestros pueblos creen que la vida no se termina con la muerte y yo también. Por eso, cuando pienso en vos, te imagino en una mesa de algarrobo, sentado en una silla de tientos, charlando despacito con Néstor, con Evita y con el Che. Ellos te deben haber recibido. Contales de nuestras luchas. No te olvides de nuestras miserias. Escuchalos y, como los santos populares, intercede ante ellos por nosotros. Por lo que falta. Para que nos den la sagacidad de su experiencia, la astucia de su práctica, el compromiso de su tenacidad. Coqueto, te voy a llevar en una estampita a cada comunidad campesina para que ilumines nuestro camino.
No me preocupa quien te remplazará en la comunidad, en la organización. Sé que tus kollas, que tu ejemplo campesino, van a llenar ese espacio. Porque vos sabés que todo lo que se lleva la tierra nos lo devuelve después en frutos. Ahora voy a ver al Coqueto en cada fruto de la lucha campesina. Lo que no sé qué hacer es con este dolor que nos queda a los que te conocimos. Esta llaga en el pecho, esta cicatriz en la memoria que es no haberte exprimido más, escuchado y admirado más, para tener más de vos adentro nuestro.
Sé que no tenemos derecho a llorarte pero te lloramos igual. Sé que no tenemos derecho a pararnos en el camino, a dejar una flor en el Pucará. Pero lo hacemos igual. A los que sembraron y no murieron –como vos– no se los llora ni se los homenajea. La única manera de saldar nuestro dolor, Coqueto, es hacer tus sueños realidad. Es hacer realidad esa infinita palabra, que es la revolución. Hasta la victoria siempre. -<dl
*Ariel Méndez, dirigente campesino y responsable del Movimiento Evita de la provincia de Jujuy, alias Coqueto, falleció el 1º de enero en la ciudad de Humahuaca en un accidente automovilístico. Iba sentado como acompañante en una motocicleta a la que chocó una camioneta que circulaba de contramano.
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