mrusso@miradasalsur.com
La batalla cultural. "Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”, Bernardo de Monteagudo.
El material fílmico tiene un orden visible: 24 fotogramas por segundo. Se trata de la velocidad apta, por ejemplo, de las películas, para que el ojo humano pueda captarlo todo como si se tratara de la vida real. Ahora bien, una pregunta: ¿qué es aquello que se ve –aquello que se intuye– entre fotograma y fotograma? Otra: ¿quién lo ve? Y otra más: ¿a quién están destinadas esas señales? Responde John Berger en uno de los artículos de su libro El tamaño de una bolsa: a los cazadores, a los que rastrean esas huellas que nadie ve. Y deja flotando, como ideas fuerza, dos elegidos más: 1) Los perros, que aúllan a una nada aparente, y presumiblemente sin sentido, durante minutos que parecen eternos, y 2) los chicos, que sonríen ante cosas y casos que a los demás les parecen delicadísimas o miran serios a un payaso.
veraniegas donde se ponen en marcha esos posibles caminos del pensamiento, con sus preguntas y sus
Por muy traído de los pelos que parezca, hay momentos de la televisión argentina de las nochecitas respuestas.
***
La televisión argentina de las nochecitas veraniegas venía derrapando. Mejor dicho, dejando de lado los concursos que premian la menor cuota de ignorancia y las telenovelas que repiten fórmulas previas al pleistoceno pero injertándole a los diálogos consabidos las urticantes “te tuiteo” o “feisbuqueame” y cambiando teléfono blanco de disco al pie de la escalera por celular todo terreno, dejando de lado eso, justamente, la televisión argentina de las nochecitas veraniegas –esa eterna disputa entre la Televisión Pública y TN– venía derrapando. O, quizás –siguiendo con las metáforas rally–, calentando motores. El peso pesado del 7 –claro, 6 7 8– venía repitiendo programas de mayo o junio, inconvenientes a la sensación térmica, ya que allí, los panelistas e invitados lucían tricotas, poleras, sacos de corderoy sin tapujo alguno. Los tanques de TN, por su parte, languidecían sin demasiadas caras conocidas a la hora de llevarlas al piso (las vacaciones, los recesos y “desensillar hasta que aclare” producen ausencias irreparables) y la madre de todas las batallas parecía darse en los noticieros con la sumatoria de días con cortes de luz y el calor. La ola de calor.
Se sabe que el calor, las tormentas y el calor de nuevo, complican el humor. No, quizás, hasta los límites a los que lo llevó la señora Elisa Carrió el miércoles pasado, cuando, abriendo la temporada de predicciones apocalípticas 2014, guiñando su ojo derecho y mirando a alguien fuera de lugar cada tres palabras, se sinceró a Edgardo Alfano en A dos voces (pero por ahora sólo a una ya que “Kiner” Bonelli está de vacaciones): “Yo sé bien lo que es el calor, yo soy chaqueña. Y en el Chaco, con 50 grados, y los chicos llorando, los querés matar”. No, no. La cosa es de cabotaje: nada de asesinatos, sino, apenas, complicaciones en el humor. Esa noche, la del miércoles, el termómetro social debe haber bajado unos buenos 15 grados, llevando los plomizos 37 a unos amigables 22. Es que la televisión argentina de nochecita, la política, despertaba ese miércoles del letargo a eso de las 21. Y el despertar radicaba –aunque parezca mentira tanto en el 7 como en TN– en quién llevaba la voz cantante. ¿Cómo es eso? Simple, simplísimo de tan complejo. En el 7, Hebe de Bonafini decía lo que pensaba sobre lo que debe hacerse desde el periodismo ante el panel entero conducido por Barragán. En TN, la señora Elisa Carrió era reprendida por el conductor Edgardo Alfano para que no se levantara del silloncito declarante hasta que él (autoridad máxima frente a cámara, ausente el verborrágico Bonelli) lo dispusiera.
***
Entre fotograma y fotograma, que es como decir entre declaración y declaración, esos intersticios, acorde con lo enunciado por Berger, algo se filtraba. Decía Hebe de Bonafini en el 7: “Se desperdició mucho el trabajo en los barrios, no tenemos que ir a pintar las casas ni a hacer las calles, ni a darles el piso, hay que ir a las casas dos veces por semana y charlar con cinco, diez, veinte pibes, y formar a esos pibes para que ellos hagan y defiendan”. Decía Elisa Carrió en TN: “Cuando iban a designar a Ricardo Echegaray, yo avisé que era un apretador. Él respondía a Néstor Kirchner, venía de Santa Cruz. Su viaje a Brasil es obsceno, con lo que se mostró basta. Cuando él viaja, había 30 muertos en la Argentina”. Y, envalentonada por el silencio de Alfano, arremetió con la contundencia que prohija la falta de datos: “Vamos a investigar quién es Lambiris, y si es que habilitaba los negocios para los despachos de aduana. Podemos estar frente a una asociación ilícita: si esto fuera así, hay que pagar coimas”. Entonces, llegaba eso que se intuye entre fotograma y fotograma: las sonrisas.
***
La sonrisa de Hebe de Bonafini es franca, precisa. No esconde, todo lo contrario: muestra lo más profundo de lo profundo que está diciendo. “Falta formación política, hacer política no es un puesto en el Parlamento ni en una organización, hacer política es aprender a defender lo que hemos conseguido y a pelear para conseguir lo que nos falta”.
La sonrisa de Elisa Carrió es oscura. Abre más suspicacias que su guiño constante y su mirada esquiva. Busca cómplices para lo que dice: “Cristina está de licencia de hecho, porque aparenta que está en funciones pero tiene serias restricciones médicas. Claro que no pide licencia formalmente porque Boudou no puede ocupar la Presidencia, porque es un delincuente que está cerca de ser procesado. Lo que vamos a ver en los próximos dos meses es, o a la Presidenta reasumir sus funciones o pedir licencia. Las dos son legales, pero el país no puede estar a la deriva”.
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La sonrisa de Hebe de Bonafini es la sonrisa de una mujer que ve los signos entre fotograma y fotograma, es la sonrisa de alguien que lee esas señales para descular la realidad. Por ejemplo, el revuelo que quiso armarse con su entrevista a César Milani, de todo lo que se dice y de todo lo que no se dice de Cesar Milani: “Hace muchos años vengo hablando con los militares. No me interesa que me critiquen porque hago política, vamos a seguir, nadie nos va a cambiar. No voy a discutir con Horacio Verbitsky, él tiene su pensamiento, su archivo y nosotros tenemos el nuestro. Charlar con Milani es una forma de acercamiento político necesaria, indispensable. Que nadie nos diga a quién tenemos que entrevistar y a quién no”.
La sonrisa de Elisa Carrió es la sonrisa de una mujer que interpreta los signos para que los hechos sean lo que ella quiere que sean, es la sonrisa de alguien que escribe con letras grandes, enormes, tanto como para que tapen la posibilidad de ver la realidad y que reduzcan todo a lo elemental: “El país debería estar de duelo y no de vacaciones, porque acá, con los cortes de luz hubo 30 muertos, y la responsabilidad es del ministro de Planificación Federal Julio de Vido y del Enre. Vamos a hacer la denuncia por abandono de persona seguido de muerte. Debemos hacer una comisión en el Congreso que investigue”.
***
Dice Berger que “ya no se comunica ninguna experiencia, que lo único que se comparte es el espectáculo, ese juego en el que nadie juega y todos miran”. Preciso, certero, casi casi como si el pobre hubiera visto una parte de la televisión argentina de las nochecitas veraniegas.
Elisa Carrió, mientras tanto, siguió sonriendo, guiñando el ojo, mirando hacia alguien que no existe a su costado. Hebe de Bonafini, mientras tanto, dibujó otro tipo de sonrisa, y miró de frente: “En este país no hay opositores, hay enemigos, dicen cualquier cosa, pueden escribir cualquier cosa, las Madres vamos a seguir haciendo lo que creemos que tenemos que hacer, que nos critiquen nomás”.
Edgardo Alfano, quizás aprovechando la ausencia de su coequiper, cerró ese A dos voces del miércoles pasado ordenándole a su invitada que se quedara sentada y cometió el sincericidio: “Basta, me cansé”.
12/01/14 Miradas al Sur
La batalla cultural. "Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”, Bernardo de Monteagudo.
El material fílmico tiene un orden visible: 24 fotogramas por segundo. Se trata de la velocidad apta, por ejemplo, de las películas, para que el ojo humano pueda captarlo todo como si se tratara de la vida real. Ahora bien, una pregunta: ¿qué es aquello que se ve –aquello que se intuye– entre fotograma y fotograma? Otra: ¿quién lo ve? Y otra más: ¿a quién están destinadas esas señales? Responde John Berger en uno de los artículos de su libro El tamaño de una bolsa: a los cazadores, a los que rastrean esas huellas que nadie ve. Y deja flotando, como ideas fuerza, dos elegidos más: 1) Los perros, que aúllan a una nada aparente, y presumiblemente sin sentido, durante minutos que parecen eternos, y 2) los chicos, que sonríen ante cosas y casos que a los demás les parecen delicadísimas o miran serios a un payaso.
veraniegas donde se ponen en marcha esos posibles caminos del pensamiento, con sus preguntas y sus
Por muy traído de los pelos que parezca, hay momentos de la televisión argentina de las nochecitas respuestas.
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La televisión argentina de las nochecitas veraniegas venía derrapando. Mejor dicho, dejando de lado los concursos que premian la menor cuota de ignorancia y las telenovelas que repiten fórmulas previas al pleistoceno pero injertándole a los diálogos consabidos las urticantes “te tuiteo” o “feisbuqueame” y cambiando teléfono blanco de disco al pie de la escalera por celular todo terreno, dejando de lado eso, justamente, la televisión argentina de las nochecitas veraniegas –esa eterna disputa entre la Televisión Pública y TN– venía derrapando. O, quizás –siguiendo con las metáforas rally–, calentando motores. El peso pesado del 7 –claro, 6 7 8– venía repitiendo programas de mayo o junio, inconvenientes a la sensación térmica, ya que allí, los panelistas e invitados lucían tricotas, poleras, sacos de corderoy sin tapujo alguno. Los tanques de TN, por su parte, languidecían sin demasiadas caras conocidas a la hora de llevarlas al piso (las vacaciones, los recesos y “desensillar hasta que aclare” producen ausencias irreparables) y la madre de todas las batallas parecía darse en los noticieros con la sumatoria de días con cortes de luz y el calor. La ola de calor.
Se sabe que el calor, las tormentas y el calor de nuevo, complican el humor. No, quizás, hasta los límites a los que lo llevó la señora Elisa Carrió el miércoles pasado, cuando, abriendo la temporada de predicciones apocalípticas 2014, guiñando su ojo derecho y mirando a alguien fuera de lugar cada tres palabras, se sinceró a Edgardo Alfano en A dos voces (pero por ahora sólo a una ya que “Kiner” Bonelli está de vacaciones): “Yo sé bien lo que es el calor, yo soy chaqueña. Y en el Chaco, con 50 grados, y los chicos llorando, los querés matar”. No, no. La cosa es de cabotaje: nada de asesinatos, sino, apenas, complicaciones en el humor. Esa noche, la del miércoles, el termómetro social debe haber bajado unos buenos 15 grados, llevando los plomizos 37 a unos amigables 22. Es que la televisión argentina de nochecita, la política, despertaba ese miércoles del letargo a eso de las 21. Y el despertar radicaba –aunque parezca mentira tanto en el 7 como en TN– en quién llevaba la voz cantante. ¿Cómo es eso? Simple, simplísimo de tan complejo. En el 7, Hebe de Bonafini decía lo que pensaba sobre lo que debe hacerse desde el periodismo ante el panel entero conducido por Barragán. En TN, la señora Elisa Carrió era reprendida por el conductor Edgardo Alfano para que no se levantara del silloncito declarante hasta que él (autoridad máxima frente a cámara, ausente el verborrágico Bonelli) lo dispusiera.
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Entre fotograma y fotograma, que es como decir entre declaración y declaración, esos intersticios, acorde con lo enunciado por Berger, algo se filtraba. Decía Hebe de Bonafini en el 7: “Se desperdició mucho el trabajo en los barrios, no tenemos que ir a pintar las casas ni a hacer las calles, ni a darles el piso, hay que ir a las casas dos veces por semana y charlar con cinco, diez, veinte pibes, y formar a esos pibes para que ellos hagan y defiendan”. Decía Elisa Carrió en TN: “Cuando iban a designar a Ricardo Echegaray, yo avisé que era un apretador. Él respondía a Néstor Kirchner, venía de Santa Cruz. Su viaje a Brasil es obsceno, con lo que se mostró basta. Cuando él viaja, había 30 muertos en la Argentina”. Y, envalentonada por el silencio de Alfano, arremetió con la contundencia que prohija la falta de datos: “Vamos a investigar quién es Lambiris, y si es que habilitaba los negocios para los despachos de aduana. Podemos estar frente a una asociación ilícita: si esto fuera así, hay que pagar coimas”. Entonces, llegaba eso que se intuye entre fotograma y fotograma: las sonrisas.
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La sonrisa de Hebe de Bonafini es franca, precisa. No esconde, todo lo contrario: muestra lo más profundo de lo profundo que está diciendo. “Falta formación política, hacer política no es un puesto en el Parlamento ni en una organización, hacer política es aprender a defender lo que hemos conseguido y a pelear para conseguir lo que nos falta”.
La sonrisa de Elisa Carrió es oscura. Abre más suspicacias que su guiño constante y su mirada esquiva. Busca cómplices para lo que dice: “Cristina está de licencia de hecho, porque aparenta que está en funciones pero tiene serias restricciones médicas. Claro que no pide licencia formalmente porque Boudou no puede ocupar la Presidencia, porque es un delincuente que está cerca de ser procesado. Lo que vamos a ver en los próximos dos meses es, o a la Presidenta reasumir sus funciones o pedir licencia. Las dos son legales, pero el país no puede estar a la deriva”.
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La sonrisa de Hebe de Bonafini es la sonrisa de una mujer que ve los signos entre fotograma y fotograma, es la sonrisa de alguien que lee esas señales para descular la realidad. Por ejemplo, el revuelo que quiso armarse con su entrevista a César Milani, de todo lo que se dice y de todo lo que no se dice de Cesar Milani: “Hace muchos años vengo hablando con los militares. No me interesa que me critiquen porque hago política, vamos a seguir, nadie nos va a cambiar. No voy a discutir con Horacio Verbitsky, él tiene su pensamiento, su archivo y nosotros tenemos el nuestro. Charlar con Milani es una forma de acercamiento político necesaria, indispensable. Que nadie nos diga a quién tenemos que entrevistar y a quién no”.
La sonrisa de Elisa Carrió es la sonrisa de una mujer que interpreta los signos para que los hechos sean lo que ella quiere que sean, es la sonrisa de alguien que escribe con letras grandes, enormes, tanto como para que tapen la posibilidad de ver la realidad y que reduzcan todo a lo elemental: “El país debería estar de duelo y no de vacaciones, porque acá, con los cortes de luz hubo 30 muertos, y la responsabilidad es del ministro de Planificación Federal Julio de Vido y del Enre. Vamos a hacer la denuncia por abandono de persona seguido de muerte. Debemos hacer una comisión en el Congreso que investigue”.
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Dice Berger que “ya no se comunica ninguna experiencia, que lo único que se comparte es el espectáculo, ese juego en el que nadie juega y todos miran”. Preciso, certero, casi casi como si el pobre hubiera visto una parte de la televisión argentina de las nochecitas veraniegas.
Elisa Carrió, mientras tanto, siguió sonriendo, guiñando el ojo, mirando hacia alguien que no existe a su costado. Hebe de Bonafini, mientras tanto, dibujó otro tipo de sonrisa, y miró de frente: “En este país no hay opositores, hay enemigos, dicen cualquier cosa, pueden escribir cualquier cosa, las Madres vamos a seguir haciendo lo que creemos que tenemos que hacer, que nos critiquen nomás”.
Edgardo Alfano, quizás aprovechando la ausencia de su coequiper, cerró ese A dos voces del miércoles pasado ordenándole a su invitada que se quedara sentada y cometió el sincericidio: “Basta, me cansé”.
12/01/14 Miradas al Sur