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Los prójimos Por Enrique Masllorens

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El año 1966 es en varios aspectos modélico, por lo singular y por lo revelador de conductas y de la persistencia de un pensamiento conservador, de derecha, hipócrita, jerarquizante y profundamente individualista. Esta forma de pararse en la vida, de ver el mundo desde la mezquindad y de vuelo corto y rastrero es el certificado de identidad de las clases medias urbanas de la Argentina, particularmente la porteña. Y si a algunos nos producen asco o aversión, no es precisamente por sus preferencias electorales o por razones ideológicas. Sencillamente repugna el doble discurso, la doble moral, su necedad y su autosuficiencia sin sustento, razón ni decencia. El año 1966 es en varios aspectos modélico, por lo singular y por lo revelador de conductas y de la persistencia de un pensamiento conservador, de derecha, hipócrita, jerarquizante y profundamente individualista. Esta forma de pararse en la vida, de ver el mundo desde la mezquindad y de vuelo corto y rastrero es el certificado de identidad de las clases medias urbanas de la Argentina, particularmente la porteña. Y si a algunos nos producen asco o aversión, no es precisamente por sus preferencias electorales o por razones ideológicas. Sencillamente repugna el doble discurso, la doble moral, su necedad y su autosuficiencia sin sustento, razón ni decencia. Mi hipótesis es que el catecismo de estos sectores, el non plus ultra de su esencia líquida, miserable y acomodaticia es aquello que comenzó como un diario y se transformó en el oligopólico Grupo Clarín. Que la amoral necesidad de vender a toda costa y a cualquier precio de los medios hegemónicos, se corresponde, se identifica y se mimetiza con el medio pelo argentino. Incapaces de hacerse cargo de su volatilidad y su cinismo, aceptan como un sacramento lo que reciben y que es un reflejo de ellos mismos. Hacerse cargo de ser un lector de La Nación y antes de La Prensa es asumir un lugar de la derecha sin atenuantes, del conservadurismo religioso y social y adherir a una coherencia centenaria, unitaria y antipopular, sin disimulos ni subterfugios. Y eso es valorable. Volvamos a ese 1966 cortado en dos por el golpe del 28 de junio encabezado por el mesiánico general Onganía derrocando al radical Arturo Illia luego de una descarnada y articulada campaña de prensa en su contra que no le ahorró al gobierno ningún tipo de humillaciones, calumnias, burlas y desprestigio. Y al mismo tiempo se había instalado y aun permanece en algunos relatos, el carácter democrático y republicano de ese gobierno radical que aceptó competir electoralmente con el peronismo proscripto, que ganó en 1963 con el 25% de los votos y que impidió el regreso de Perón en 1964. Todo está guardado en la memoria. Lo que contribuyeron las revistas Primera Plana, Confirmado o Tía Vicenta y periodistas como Grondona, Neustadt, Montemayor e inclusive Timerman, es harto conocido. Pero es el camaleónico grupo fundado por Roberto Noble que va cambiando de piel como las serpientes y nunca se hace cargo de su pasado. Y eso lo hace tan fácil de amar por esa clase media auto indulgente que siempre pone afuera sus propias culpas y agachadas. El marido de Ernestina Herrera, muerto en 1969 –¿por qué los hijos adoptados misteriosamente, llevan su apellido si nacieron después?– escribía realmente los editoriales de su diario y se involucró en la campaña destituyente contra el gobierno de Illia. Muchos de los argumentos se siguen utilizando hoy en día en operaciones de desprestigio buscando el mismo efecto: acortar el mandato presidencial e imponer nombres, políticas y negociados. La apropiación forzada de Papel Prensa, años después, revela la razón de ser de este grupo. En un editorial del 21 de junio de 1966, una semana antes del golpe cívico-militar, se insistía que el gobierno radical iba de fracaso en fracaso luego de haber disfrutado como un espejismo de una "primavera de fiebre consumista" en el inicio de la gestión. Para Noble todo era un caos y daba cuenta de lo insostenible de la situación en cada uno de los sectores de la economía, de la producción y de los hidrocarburos. Ese editorial se titulaba "Estadísticas y Verdad" y criticaba los métodos de medición de todas las variables de la economía y especialmente de la inflación. Cambian el pelo pero no las mañas. Ocultaron la verdad –que es su forma más cínica de mentir– y titularon el día del golpe dictatorial: "La Casa de Gobierno fue entregada sin resistir". La falsedad manipuladora de esa tapa donde además se consignaba que "será respetada la libertad de prensa", es un botón de muestra de la amoralidad de ese diario y de quienes encuentran en sus canales de expresión la justificación de sus miserias y su desprecio por el prójimo. Es precisamente "Los prójimos" la obra del gran escritor y militante radical Carlos Gorostiza, que se publica ese año, que desnuda y critica a esa parte de la sociedad que no puede resolver sus problemas de identidad, que se evaden de las responsabilidades y compromisos y que luego se declaran solidarios y alguna vez "derechos y humanos". En esa emblemática obra fundacional de nuestro teatro, los personajes observan y escuchan desde el balcón y el living de su departamento, la larga y desgarradora agonía de una mujer a manos de su pareja. Banales, miedosos, ciegos ante el dolor ajeno, siguen con su resentimiento a cuestas y negando de dónde, por qué y quiénes son los instigadores, productores y beneficiarios de la violencia personal y social. Todo Negación. Lo que muchos no queremos negar u ocultar es que además del desprecio que sentimos como periodistas y como ciudadanos por los abusos y desestabilizaciones de los soldados de Magnetto, que no dudan en perjudicar al país si con ello dañan a los gobiernos, nos desagrada la comodidad, la pereza intelectual, la trivialidad y la desvergüenza de quienes "compran" todas las mentiras y se ufanan de estar bien informados. A esa gente que nos odia y desprecia a los que están peores que ellos, no la siento ni cercana, ni próxima y casi diría, ni semejante. Aunque suene y sea políticamente incorrecto. Infonews

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