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Lección norteamericana pa' la Sociedad Rural y su izquierda Por Federico Bernal

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"La National Policy lanzada por su Primer Ministro en 1878 fue un paquete revolucionario de medidas que salvó a Canadá de convertirse en semicolonia del imperialismo anglosajón". La reacción pretende descalificar a Axel Kicillof tildándolo de "marxista". Pero el Frente de Izquierda, que tiene habitación con cama, baño en suite y heladerita con gaseosas y chocolates en algún lugar de TN, tiene las siguientes casas de altos estudios jauretcheanos: 1) Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky; y 2) Instituto del Pensamiento Karl Marx. En manos de Altamira y la Ripoll, defensores de los chacareros de la Sociedad Rural, podemos afirmar sin error a equivocarnos que: ¡¡la reacción tiene su izquierda!! Al frente de la crítica contra los avances permanentes de YPF renacionalizada, el FIT. Rechazan una YPF estatal, rechazan resolver el conflicto con Repsol, rechazan explotar Vaca Muerta, rechazan la explotación del petróleo y el gas por contaminantes, rechazan la actividad nuclear, rechazan, rechazan. La fisiocracia y el inmovilismo agrarista golpea con fuerza desde la izquierda. El kirchnerismo es marxista, intentan ahora encumbrar. Que somos chavistas, que somos peronistas, que somos populistas. Bueno, va otra. Acá nos pica ser marxistas canadienses.... DE LA COLONIA A LA REVOLUCIÓN (EN CANADÁ). En 1878, un loco populista, peronista y marxista lanzó, en Canadá y en calidad de Primer Ministro, la denominada Política Nacional (programa denominado National Policy). El mismo tirano había logrado, casi una década antes, unificar las ex colonias británicas al norte del paralelo 49. Sin embargo, un peligro enorme y doble se cernía sobre la flamante Unión: sucumbir a las chimeneas británicas por un lado, o sucumbir a las chimeneas, fusiles y cañones estadounidenses por el otro. La National Policy (NP) fue pues, un paquete revolucionario de medidas que salvó a Canadá de convertirse en semicolonia del imperialismo anglosajón. En otras palabras, se trató de una estrategia de desarrollo nacional autónomo, con eje este-oeste pero confinada a los límites canadienses (en vez de norte-sur, fronteras abajo). La tarifa proteccionista fue su médula; sus otros pilares: la creación de una unión federal (Confederación) entre todas las colonias separadas de la América del Norte Británica, vigente desde 1867; la construcción (a cualquier costo político y económico) de un ferrocarril transcontinental; y el poblamiento –con socialización de las mejores tierras– de las praderas occidentales, suerte de Pampa Húmeda argentina. Mientras Mitre, financiado por el imperialismo británico, masacraba el país profundo, revolucionario y federal (incluimos por supuesto al Paraguay de Solano López), ese dictador canadiense, aliado al pueblo y a una burguesía manufacturera verdaderamente nacional se lanzaba a una revolución que habría de truncar, para siempre, una Canadá eternamente granja. CUANDO CANADÁ DEJÓ DE SER COLONIA BRITÁNICA. Mitre fundaba La Nación a comienzos de los '70, continuación del reaccionario, golpista y separatista El Nacional. El loco populista canadiense, padre de la unidad nacional y la industrialización fundaba, en la misma década del siglo XIX un órgano de prensa representante de la burguesía industrial. En su editorial del 17 de marzo de 1879, el orgulloso diario The Mail (órgano oficial además del gobierno conservador, cuyo máximo dirigente fue el muchas veces citado loco populista) comunicaba al mundo en estos términos el inicio de la National Policy: "La política [la NP] presentada por el gobierno es en esencia una política de Estado, deliberadamente elaborada con la intención de fortalecer al país, desarrollar sus recursos y proteger su naciente industria de la excesiva competencia extranjera; y si [al hacerlo] nuestro vínculo con Gran Bretaña se pone en peligro, entonces que así sea. La naturaleza nunca se propuso que los habitantes de este Dominio [Canadá] se mantuvieran eternamente como personas destinadas a la agricultura. La vasta riqueza mineral de este país, su poderío en materia de energía hidráulica, la variedad de su producción, su inagotable superficie, y sobre todo la inteligencia, energía y auto-confianza de su gente, todo son el perfecto testigo de que tenemos un destino mucho más allá del primitivo llamado del trueque de trigo y ganado por productos de telares foráneos o la producción de talleres igualmente foráneos. No puede permitirse que la actual política británica nos confine a seguir viviendo como hasta ahora. Manchester y Sheffield probablemente así lo deseen; ellos siempre han visto en estas colonias a la India blanca, creada para ser la consumidora de su algodón adulterado y su barata cubertería, y por este motivo, no sin razón nuestros amigos reformistas [liberales] dicen la verdad cuando afirman que la National Policy les provocará gran disgusto. Al respecto todo lo que podemos decir es "siéntanse disgustados"; no somos un pueblo conquistado al cual confiar sus mercancías por la fuerza de las bayonetas; ni tampoco ha llegado tan bajo el espíritu nacional para que osemos rechazar nuestra lealtad a Canadá por miedo a ser acusados de traición por los intereses manufactureros británicos. […] La política británica hacia Canadá no está regulada por los señores del algodón. Tampoco ha sido fundada en el egoísmo ni basada en la codicia. Resulta, contrariamente, de una unión mutuamente honorable y ventajosa, y al margen de lo que Manchester o Sheffield puedan decir, el noble instinto del pueblo británico sabrá aprobar nuestros esfuerzos de querer construir una gran nación británica aquí. No creemos que la nueva política canadiense provocará a nuestra madre patria. Será injusta consigo misma, con sus tradiciones y con su espíritu de libertad del cual es un apóstol si nos demanda subordinación a los manufactureros británicos, si nos demanda abandonar nuestra industria nativa para así recaer en un Estado pastoril. Un vínculo con Gran Bretaña en estos términos puede ser compatible con una nación esclava, pero ningún ciudadano de origen británico lo tolerará". Hasta aquí, el mensaje a la Corona británica. CUANDO CANADÁ SE CONVIRTIÓ EN NACIÓN. Después de la brindada flor de lección de historia al colonialismo inglés, el editorialista avanzó sobre los enemigos de la NP, pero en EE UU: "¿Qué han hecho ellos [EE UU] por nosotros que nos impulse a consultar sus sentimientos a la hora de edificar la política fiscal canadiense? […] Durante un período crítico de nuestra historia [1864] derogaron un acuerdo de reciprocidad comercial con el confesado propósito de hambrearnos para conseguir nuestra anexión.[…] Si nuestra política tarifaria los irrita, podemos remitirnos a las tarifas de [Justin] Morrill, al desinterés que tuvieron hacia las incursiones fenianas, etc. En definitiva, podemos remitirnos a la conducta que mantuvieron hacia nosotros durante los últimos 13 años. Tenemos una abundancia de tu quoque, pero mejor que eso, resulta responder que el pueblo canadiense tiene el derecho (y la intención de ejercitarlo) de modelar la política fiscal como juzgue conveniente y en función de sus intereses; independientemente de los puntos de vista de un país foráneo […]". Las tarifas de Justin Morrill fueron una serie de medidas proteccionistas en materia de política económica implementadas en 1861 por el gobierno republicano de Buchanan y profundizadas luego por Lincoln. Las invasiones fenianas fueron británicos expulsados de EE UU luego de la guerra de secesión que invadieron Canadá. Y la cita toda, una flor de lección al Destino Manifiesto. FLOR DE LECCIÓN PA' LA SRA Y SU IZQUIERDA. Al momento de presentar la NP, estas las palabras expuestas ante el Parlamento del marxista ministro de Economía canadiense, a la sazón pariente ideológico de Kicillof: "El tiempo llegó en el que hemos de decidir si seremos simples recolectores de madera y almacenadores de agua; si seremos simples agricultores de trigo y leñadores; […] o si hemos de inaugurar una política que les exprese a las industrias del país: te daremos suficiente protección; te daremos un mercado para tu producción; te diremos que mientras nuestros vecinos erigen una Muralla China nosotros impondremos un impuesto razonable a los productos que vengan al país" (L. Tilley, 1879). El revolucionario modelo de desarrollo se tornó invencible cuando, promediando las últimas décadas del siglo XIX, contó con el respaldo masivo de las principales organizaciones obreras. ¡Vaya flor de lección pa' la reacción argentina y su izquierda contrarrevolucionaria! Ni marxistas ni peronistas, ahora nos pica ser canadienses. Infonews

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