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«El que resista mejor la tentación de la injuria tiene todas las de ganar»

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Horacio González. El director de la Biblioteca Nacional reflexiona sobre la naturaleza del kirchnerismo, sus desafíos políticos y los “riesgos” del bienio 0 » Por Néstor Leone La poselección parece haber dejado un escenario incómodo para el Gobierno, de mayor adversidad que el esperado. No obstante, el kirchnerismo no ha perdido la centralidad en la política argentina. ¿Qué evaluación hace al respecto? Las dos cosas son ciertas y forman parte de una gran paradoja. El kirchnerismo ve la elección como una expectativa no realizada: esperaba un mayor caudal y no se dio. Entonces se abre un terreno de fuertes interrogaciones. Aun así, los momentos en que la vida social se presenta ante situaciones de interrogación son los más interesantes. La gran cuestión que está en juego ahora es cómo se comportará el kirchnerismo ante este desafío. He recorrido mucho el país en este último tiempo y veo un kirchnerismo activo y, al mismo tiempo, un panorama inmediato muy agrietado y por momentos abismal. La Presidenta sigue teniendo una regencia importante sobre la vida nacional, pero esa regencia tiene fecha de vencimiento, aunque anuncia un futuro… Y ahí, la incertidumbre por la sucesión, en un espacio como el kirchnerismo donde no existen sucesores naturales, y en un universo más amplio como el peronismo donde los liderazgos determinan rumbos de manera más pronunciada. En todos los espacios la cuestión del liderazgo es central. Lo que pasa es que Perón cometió el error de señalar que ésa era una cuestión central, escribió manuales de doctrina, se llamaba a sí mismo líder y la gente lo llamaba líder. Yo participé mucho de eso. Llamé líder a Perón y me sentí incluido en su liderazgo. No sé si la política no debe ser más suave con la designación de un jefe, de un líder. Y eso que no soy un republicano de observancia litúrgica completa. Soy un republicano social, si se quiere, imbuido de la tradición nacional y popular. Hay que estar abierto a todas las tradiciones. El político tiene que ser más sutil, menos literal, buscando metáforas adecuadas para la movilización social y sustituciones a conceptos que son muy rudos; por ejemplo, los de lealtad, traición… El peronismo educó a varias generaciones políticas en esa literalidad. El Manual de conducción política, que leía en mi juventud y que hoy leen otros jóvenes, le dice poder al poder, táctica política a la táctica política y estrategia a la estrategia. Tiene un maravilloso fetichismo. «Sergio Massa representa un retroceso histórico muy fuerte para el país» ¿Entonces? Esas palabras tienen que ser recombinadas y revistas. Todas. Y una de las revisiones a ser propuestas es, precisamente, que la jefatura del Estado, el representante máximo de la autoridad surgida de elecciones, no tiene que inscribir sobre su propio cuerpo la idea de una jefatura, ni crear militantes constituidos por esa jefatura. La política está en pobres condiciones para transformar el lenguaje de estos días. Y pienso, ahora, en las metáforas tecnológicas. Hay que aceptar todas las herencias tecnológicas del siglo veinte y el país tiene que tener una autonomía industrial y tecnológica importante, lo que no creo es que esas metáforas deban dirigir un país. Y me baso en el actual desequilibrio que veo en las formas de mencionar la política, un desequilibrio entre la tradición tecnológica que se ve como indicio de libertades y de emancipación, y la tradición humanística de la política. Lo veo aquí, pero también en la Bolivia de Evo Morales. No hago una crítica del Gobierno; participo de su situación dramática. Cristina hizo mucho para aprehender esta cuestión, la conoce y ha reflexionado. Pero, de todos modos, hay un obstáculo interesante ahí. Suele pasar con los neodesarrollismos. El Gobierno tiene cierto afán desarrollista, pero no es simplemente reiterativo del desarrollismo anterior. Y sería injusto decirle a Cristina que es desarrollista. Un personaje como Cristina Kirchner no es habitual. Es un personaje lleno de matices, de una complejidad diferente, que se muestra en los discursos, que van desde las refinadas definiciones sobre la política internacional, por ejemplo, con la crítica sobre la bomba de Hiroshima y la crítica al armamentismo, a la escena de la política nacional, en un contexto de política muy primitiva y regida por oportunistas agencias de publicidad… La próxima etapa, en ese sentido, debería ser de mayor desconexión de las grandes empresas de la globalización, mayor afirmación de la soberanía argentina y mayores libertades para tomar medidas en la tradición humanística. COMPUERTAS En la carta número catorce de Carta Abierta se habla de “intentos restauradores” y de “artillería destituyente”… Es lo que estamos viendo, ¿no? En realidad, el intento restaurador, para decirlo en esa palabra tan añeja de la historia argentina, es bastante obvio. Sergio Massa haciendo campaña diciendo que va a respetar las conquistas, mejorándolas, es lo que se muestra en la superficie. Pero su idea política es la de una especie de pequeño empresario feliz vendiendo cámaras de seguridad. La Argentina puede llegar a ser un país muy mediocre con Massa. Y digo esto con aceptación de que hubo errores fuertes del Gobierno que hicieron que una parte considerable del electorado de las clases medias del conurbano votara a un personaje como éste, que esgrime su cercanía con los comienzos del kirchnerismo y que fue jefe de Gabinete de uno de sus gobiernos. Ése es un episodio para analizar muy profundamente. El kirchnerismo abrió compuertas para todos. El nombre del kirchnerismo se extiende como una mancha activa sobre el mar encrespado de la Argentina. Por eso digo que va a ser una disputa difícil. DEBATE - Horacio Gonzalez. Buenos Aires. 12-10-2013 Entre otras cosas, porque con Massa se da la disputa por el peronismo. Por supuesto. Y con la convicción de que el peronismo no puede ser eso. No creo que se pueda decir que nosotros tenemos un mejor peronismo. Se debería decir, sí, que tenemos una mejor memoria del peronismo. Y eso supone una sola cosa: un nuevo frente social y político. Si el peronismo no es un partido, no es un estilo lingüístico, no es un manual de conducción, no son veinte verdades, tiene que ser una memoria abierta al centroizquierda, a las ideas libertarias, a la historia popular yrigoyenista, a las grandes tradiciones humanísticas, en las cuales incorporo a Juan Bautista Alberdi… ¿Por qué Alberdi? Alberdi es un personaje problemático, claro, pero su idea del “crimen de la guerra” coincide con el discurso de la Presidenta en las Naciones Unidas. La Argentina tiene que sostener sus textos básicos. Y El crimen de la guerra lo es. Me parece que estos dos años son cruciales por dos cosas. Una, porque puede significar la reinterpretación empobrecedora de una experiencia fundamental como lo es el kirchnerismo. Otra, porque puede significar el establecimiento de bases importantes para un resurgimiento de la vida autónoma de la Nación en otro período de gobierno más o menos fiel a las tradiciones del peronismo-kirchnerismo-libertalismo. El peronismo está en todos los intersticios de la sociedad, pero tiene que reiterar su compromiso de cambio. Antes decía: “El kirchnerismo abrió compuertas para todos…” La naturaleza del apellido Kirchner, con mucha historia en otro lugar (Ernst Ludwig Kirchner y el expresionismo alemán, por ejemplo), y sin historia aquí, le dio una gran libertad a Néstor: la libertad de los comienzos. Esa libertad tiene que ser reinterpretada por Cristina Kirchner. Se hizo mucho y se benefició a mucha gente que va a votar en contra. Este enigma de la política hay que entenderlo de manera muy profunda. El kirchnerismo trabajó el plano simbólico con mucha ductilidad. Pero se creó otro plano simbólico, más complejo aún. Y ese plano simbólico ya lo desfavorece. Está regido por historias góticas, como las que cuenta Jorge Lanata, por una prensa comercial globalizada a la que el Gobierno no tiene acceso, ligada a publicidades, a modelajes, a la pornografía… PERONISMOS Queda la idea de que persiste un peronismo de liderazgos territoriales muy fuertes, con escasa articulación institucional más que la ascendencia que tiene Cristina sobre ellos, pero con poco en común con la naturaleza más profunda de esta experiencia política. ¿Comparte? No tanto. El kirchnerismo hizo con el peronismo una acción de apaciguamiento y puso la memoria peronista en un lugar más subordinado. Más tarde hubo un gesto contrario, que es lo que estamos viviendo ahora, con la permanente alusión de Cristina a su pertenencia peronista. Eso lo considero un inconveniente. Evidentemente, cuando distingue peronismo de justicialismo entiendo que quiera separarse de los rasgos más incómodos del partido, pero el peronismo también tiene rasgos incómodos: un balance sobre Perón, por ejemplo, es muy difícil de hacer. Hay que ser muy drásticos con la memoria que tenemos. ¿Qué significa eso, en términos concretos? Quienes pasamos por las napas internas del peronismo tenemos una fuerte responsabilidad en esto ante personas más jóvenes y también ante la Presidenta. Y todo lo que debemos hacer es un diálogo imaginario entre aquellos que venimos de los setenta y que estamos dispuestos a ser drásticos con todas las revisiones que haya que hacer y la juventud, que está destinada a la herencia y a recoger un legado. Ahí la gran responsabilidad: que los viejos signos aparezcan de manera distinta. Una de la maneras posibles es como recuerdos nostálgicos; otra, muy diferente, como compromiso para pasar el umbral de una nueva situación histórica, con un nuevo tipo de frente social, y a pesar de la gran dificultad que significa la distancia con las clases medias de los grandes centros urbanos y del conurbano, y las operaciones políticas que vienen de candidatos más complejos que los antiguos opositores. Por ejemplo, que aceptan las transformaciones sociales del kirchnerismo, pero que no aceptan las potencialidades de la gran remoción que el kirchnerismo propuso de la estructura social injusta. ¿Otra vez Massa? Porque Massa es eso. Por eso también es un candidato con más futuro que Daniel Scioli, más allá de los resultados electorales y las edades. Scioli está atado a una reiteración litúrgica; Massa representa un retroceso histórico muy fuerte que, sin embargo, se presenta con cánticos inaugurales que parecen ser promesas de un futuro liberado. La comparación con Henrique Capriles, entonces, surge claramente. LO PARTICULAR, LO UNIVERSAL En la última carta aparece el “odio” que observa en la oposición. O la “injuria fácil”, como dice en uno de sus últimos artículos… En la Argentina el que resista mejor la tentación de injuriar tiene todas las posibilidades de ganar. La injuria cansa. El ser injuriante no es capaz de logar su propia conciencia. Nada más fácil que escribir desde un blog anónimo un conjunto de injurias y caer preso de su propio odio. El que odia es víctima de su propia acción odiosa. Una gran reposición de la vida democrática argentina se lograría si el kirchnerismo evita la réplica odiosa. Eso no es fácil, es cierto; porque hay una derecha peronista muy dura, una cierta violencia en el ambiente, poderes de la globalización como el narcotráfico que operan con dureza, los poderes mediáticos… Pero el kirchnerismo tiene que tener una lucidez mayor en relación con lo que ya consiguió respecto de esta cuestión, que es más importante aún que todas sus obras de infraestructuras y conectividad: poner, por ejemplo, a la sociedad argentina en estado de reflexión colectiva sobre qué se es como nación en la época de la globalización. ¿Cómo es eso? La Argentina tiene que ser un país universal. Y a la humanidad, o te dirigís desde las tradiciones políticas de tu país o te dirigís desde los shoppings de la globalización. El peronismo cristalizó una idea de lo popular. Ahora, me parece legítimo ir más allá de la herencia del peronismo. El kirchnerismo lo intentó. Y tiene que decidir ahora sobre esa herencia, que significa rearmar una escena universalista para la Argentina, con un pacifismo activo y un control de las instituciones globales del capitalismo, pero también con una resolución adecuada del conflicto con Uruguay. Estos debates los introdujo el kirchnerismo, porque, en definitiva, el kirchnerismo es una suma de debates, no necesariamente resueltos. Entre el debate y la resolución democrática y profundamente lúcida de esos debates hay una distancia grande que el propio kirchnerismo puede recorrer. Y estos dos años son interesantes para eso. La conclusión del mandato frente a nuestras narices puede dar mayor lucidez para dejar al país en un estado de herencia, más interesante que quedar atrapados en peleas con la oposición… La pintura que algunos hacen del kirchnerismo en este último año es de cierto retroceso respecto de algunos de sus tópicos. Por ejemplo, en cuanto a la problematización de la seguridad, pero no sólo. ¿Cuál es su consideración al respecto? Decís bien: “no sólo”, pero ése es un tema muy característico. Veníamos de discutir el garantismo, la seguridad democrática y, de repente, el candidato de la provincia de Buenos Aires (que es un candidato muy flojo, hay que decirlo) acepta con una especie de dicha inocente e irresponsable las posiciones de la derecha sobre la seguridad. Eso coloca en una situación muy incierta a los procesos. Si tuviera que votar en la provincia, lo votaría a Martín Insaurralde, por una especie de deber con mi propio pensamiento, por responsabilidad política y por mi historia electoral, pero me generaría preguntas. El verdadero vivo de la historia es el ingenuo, y no el supuestamente vivo que cree que hay que tomar el discurso de la derecha. Es el que cree que la utopía todavía es posible. Y nuestra lengua política perdió demasiado el poder de la utopía. Es más, frente al poder de utopía de la palabra política, las realizaciones económicas, a veces, tienen que demostrar que valen lo mismo. Catorce L a primera se dio a conocer en mayo de 2008, cuando el conflicto entre el gobierno nacional y las entidades del “campo” recorría su etapa más candente. Allí el grupo de intelectuales ya conocido como Carta Abierta lanzó su aporte más divulgado al debate político argentino de la última década: el concepto de “espíritu destituyente”, a través del cual el grupo pretendía describir la dureza del lockout patronal y la naturaleza de los intereses opositores en juego. Con la participación de un grupo numeroso de personalidades de la cultura, entre las que se destacan Horacio González, Jaime Sorín, Eduardo Jozami y Ricardo Forster, entre otros (Nicolás Casullo, unos de sus promotores, falleció pocos meses después), elaboró trece documentos más en estos últimos cinco años, con el objetivo explícito de intervenir en el debate público con repercusión variable y una preocupación persistente sobre las formas del lenguaje, muchas veces criticada. El sábado 12 de octubre último presentaron “Vivimos tiempos de urgencias y esperanza”, el último de los textos, con la cercanía de las elecciones legislativas como marco y las preocupaciones sobre “el dramatismo de la hora” política argentina como objeto de análisis. En la Biblioteca Nacional, habitual lugar de encuentro asambleario, el sociólogo Carlos Girotti leyó la totalidad de la carta, que se publicó al día siguiente en Página 12. “La hora es incierta porque está en juego la continuidad o no de una política que ha podido, con sus dificultades y contradicciones, reinstalar en el centro de la escena la disputa por la distribución de la renta material y simbólica”, dice en uno de sus párrafos.

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