El 1º de mayo de 1909 los gremios anarquistas conmemoraban el día de los trabajadores en las inmediaciones del Congreso, en Plaza Lorea. Hasta allí llegaban obreros con sus familias y sus banderas rojas y negras a protestar contra la desocupación, los bajos salarios y la indiferencia del gobierno ante los problemas sociales de la mayoría de la población. El coronel Ramón Falcón, jefe de la Policía, observaba atentamente la reunión. Muchos manifestantes lo insultaron al reconocerlo y volaron algunas piedras. Falcón dirigió personalmente la represión y dio la orden a la policía montada de dispersar la manifestación a sablazos y balazos. El saldo fue de once obreros muertos y ochenta heridos, entre ellos, varios niños. El 4 de mayo miles de personas se concentraron frente a la morgue, esperando la entrega de los cadáveres, para acompañarlos hasta la Chacarita. En un acto de barbarie sin precedentes hasta el momento, pero que se tornará una tradición de aquí en adelante, la policía le arrebató los féretros a las familias obreras para impedir que se concretara el multitudinario cortejo fúnebre. Nuevamente a la salida de la Chacarita los manifestantes son baleados por la policia de Falcón. Las Centrales obreras deciden una huelga general pidiendo la remoción del salvaje Coronel Falcón pero el Presidente Figueroa Alcorta lo confirma en el cargo con todos los honores. Algunos combatientes, con Simón Radowisky al frente, ya habian resuelto que habia que vengar la sangre derramada. El 14 de noviembre fue el día indicado para hacer justicia. Radowisky caminó por Quintana hacia el cementerio de la Recoleta y esperó unos minutos. De pronto vio salir un coche . En su interior, el coronel Falcón charlaba con su secretario, Juan Lartigau. La conversación lo tenía tan ensimismado que no advirtió la extrema cercanía de aquel joven vestido de negro, que sin mediar palabras le arrojó un paquete que fue a dar al piso del coche entre sus piernas. Falcón no tuvo tiempo de reaccionar, un terrible estruendo rompió el rodado y lo arrojó junto a su acompañante sobre el empedrado de Quintana. Sus piernas quedaron destrozadas al igual que las de Lartigau. Para cuando llegó la asistencia pública, los dos estaban prácticamente desangrados. Fueron trasladados de urgencia al Hospital Fernández, donde morirían horas después. Radowisky, acorralado por la Policia intentó suicidarse pero falló. Fue apresado y salvajemente torturado en la Comisaria 15 donde solo repetia "tengo una bomba para cada uno de ustedes". Fue condenado a prisión por tiempo indeterminado y a alimentarse a pan y agua durante 20 días cada aniversario del atentado. Después de un breve lapso en la carcel de Las Heras fue trasladado a Usuhaia donde sufrio todo tipo de torturas y abusos hasta que en 1930 deja la prisión gracias a un indulto de Irigoyen. Argentinos, argentinas, compañeros y compañeras: el Nº de penado de Simón era el 155, lo lucía en grandes caracteres sobre su traje azul y amarillo a rayas. Jueguele a las tres cifras, hoy es el día.
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