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DESANDANDO...ULTIMA PARTE, PROF GB

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DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO Hablar de Domingo F. Sarmiento, es hablar de su época, y por supuesto del contexto histórico y social en el cual sus ideas se desarrollaron y se aplicaron. Porque a pesar de no estudiar y vivir en Buenos Aires, a la distancia coincidió con los integrantes de la Generación del ’37, la cual precedió a la denominada Generación del ’80; siendo ambas las que poseyeron la particularidad de no sólo pensar, sino también llevar y ver en la práctica concreta sus teorías; esto es, pergeñaron un modelo de país, pelearon por él y lograron verlo funcionar, aún más allá de su tiempo. La Generación del ’37 o la Generación Romántica de la post independencia, tuvo precisamente entre sus figuras más representativas a Juan B. Alberdi y a Domingo F. Sarmiento, quienes coincidieron en aspectos esenciales, aunque discreparon en los tiempos, métodos, órdenes y valoraciones personales de sus propuestas histórico-culturales. Ambos creyeron en la necesidad de una organización política institucional, y en abrir fronteras a la inmigración que construyera nuevas ciudades y enseñaran las artes para el aprovechamiento del ganado y el cultivo de la tierra, constituyendo su principal contradicción en el apoyo a Justo J. de Urquiza como el adversario capaz de llevar a cabo el reemplazo del bárbaro Juan M. de Rosas por la civilización. Para el sanjuanino, ambos caudillos poseían la misma cualidad negativa10: la barbarie; no así para Juan B. Alberdi quien prestó servicios después de la batalla de Caseros, acaecida el 3 de febrero del año 1852, para la Confederación liderada por el jefe entrerriano. Esteban Echeverría y Bartolomé Mitre coincidieron en la esencia de las posturas sarmientina y alberdiana, fundadas sobre la antinomia civilización o barbarie. La civilización, estaba construida sobre cuatro parámetros: filosofía francesa racionalista ilustrada, doctrinas políticas y económicas inglesas, romanticismo francés y alemán, y humanismo renacentista de origen italiano. El triángulo cultural y político, compuesto por Alberdi-Sarmiento- Mitre, buscó sin desmayo, no sin diferencias: la organización nacional argentina orientada a desarrollar el modelo civilizatorio europeo anglofrancés portador del espíritu del progreso. Sin embargo fue Esteban Echeverría el que impuso las ideas románticas de su generación. En efecto, a mediados del año 1838, luego de la clausura del Salón Literario y de la revista La Moda, (publicación en la cual escribían los jóvenes intelectuales), por el gobierno de Juan M. de Rosas, Echeverría presidió y fue a su vez, el encargado de redactar el Credo o Código de la Asociación de la Joven Argentina o Asociación de Mayo en la que continuó expresándose el Salón Literario. La declaración de principios trató temas como la libertad de prensa, problemas económicos inmanentes al capitalismo, fuentes de las rentas del Estado, su sistema administrativo, organización de la campaña, milicia nacional, inmigración, poblar el país. Todos éstos, conceptos coincidentes con las ideas expresadas por Alberdi al inaugurar el Salón Literario; pero será Esteban Echeverría quien junto a Juan M. Gutiérrez, Carlos Tejedor, Frías, Jacinto Peña, Bernardo de Irigoyen y Vicente López, discuta las ideas que luego él transformó en el Dogma Socialista. Esta generación, logró sintetizar a través de sus referentes los aportes ideológicos de la Revolución de Mayo, bajo conceptos tales como por ejemplo: progreso y democracia. Juan B. Alberdi, exiliado a partir del año 1838 en la ciudad de Montevideo, escribió las palabras finales del Credo y formó una Asociación semejante con Miguel Cané y Bartolomé Mitre; lo propio hizo Domingo F. Sarmiento en San Juan y las filiales se multiplicaron mientras pudieron, en algunas provincias como Córdoba y Tucumán. Y será en el dogma de Echeverría que se encuentran las formas culturales fundamentales de las Bases de Alberdi escritas en el año 1852, más la influencia decisiva de la Constitución norteamericana. Por todo esto es que, antes del comienzo de la década del ’40 del siglo XIX, el joven Juan B. Alberdi, Miguel Cané, Santiago Albarracín, Rafael Corbalán y José Rivera Indarte ( junto a los intelectuales ya mencionados), trazaron las bases socio-políticas y culturales sobre las cuales la nueva Argentina se construyó. En este pensar, y en esta militancia es que se enfrentaron con el jefe de la Confederación Argentina, Don Juan M. de Rosas y debieron exiliarse. Se consideraron hijos de la Revolución de Mayo, y en cierto modo sus continuadores; y diseñaron en consecuencia un modelo de país don- Amén de una guerra impulsada por el “nexo” fundamental con el sistema capitalista internacional, el Reino Unido de la Gran Bretaña, contra el hermano pueblo del Paraguay entre los años 1865 y 1870. Iniciada por Bartolomé Mitre entonces presidente de la nación y terminada por su sucesor, precisamente, Domingo F. Sarmiento; enfrentamiento largo y costoso que fue recordado por lo infamante de sus causas formales y el despojo y genocidio sufrido por el Paraguay, en aras una vez más, del liberalismo económico. Estamos por dudar que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos, que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han Muerto ciento cincuenta mil. Su avance capitaneados por descendientes degenerados de españoles, traería al detención de todo progreso y un retroceso a la barbarie. Al frenético, bruto, y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo el pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse.” Domingo F. Sarmiento: carta a Mitre del año 1872 SUS IDEAS Al exiliarse, partió hacia Chile dejando un escrito en francés sobre una piedra al cruzar la frontera, que pasó a la historia como “Bárbaros, las ideas no se matan”; si bien textualmente esta no fueron sus palabras, sí la idea precisamente que quiso transmitir. Su trabajo como periodista opositor al régimen rosista en un diario chileno, le trajo a este gobierno reclamos por parte de la Confederación que le valió a Sarmiento un viaje pago por el Estado chileno, por gran parte de Europa, África y de los Estados Unidos de Norteamérica. En su recorrido por el país del norte quedó impactado por la lectura de dos novelas que retrataron la vida en el “salvaje oeste”: El último de los mohicanos y La pradera, ambas escritas por el autor estadounidense, Fenimore Cooper en los años 1826 y 1827. Si bien el dilema que aparece aquí es entre naturaleza y sociedad e intentando rescatar al “buen salvaje”, Sarmiento tomó la esencia que para él fue el dilema de civilización y barbarie. Contradicción que también rescató el joven Juan B. Alberdi en su enfrentamiento con Juan M. de Rosas y su “tiranía” sustentada por los gauchos. Enfrentamiento que ambos, y sus contemporáneos de la Generación del ’37, sobre todo Esteban Echeverría, explicaron y atribuyeron a la herencia española y al sincretismo cultural con los pueblos originarios; y aquí surgió otro pilar de la nueva sociedad planificada, el reemplazo de la población nativa por inmigrantes europeos del norte anglosajón. Dos problemas se solucionarían con este reemplazo, el de las mayorías que votaron sucesivamente a Manuel Dorrego y a Juan M. de Rosas y la inoperancia cultural portadora por ende, del atraso congénito de estas mismas masas. Subyace aquí otra dicotomía, la clase ilustrada versus las clases populares amenazantes, prontas a disolver los nuevos lazos sociales que pudiera construir el poder civilizador. Al tiempo que, bárbaro11, al definir al nativo como extranjero, consolidó la idea en las clases dirigentes opositoras y en sus seguidores, de estar ante la presencia de verdaderos extraños, provenientes de un fuera, aunque siglos de historia los respaldaran como originarios habitantes de estas tierras. Y una vez más, el progreso y la civilización, eran la garantía de exclusión de este extranjero devenido en masas inorgánicas y amorfas que, amenazantes, impedían la llegada, por ejemplo del ferrocarril, los capitales británicos y los inmigrantes en perfecta tríada que poblara este desierto. ¿Qué nombre le daría ud. ¿Qué nombre merece un país compuesto de doscientas mil leguas de territorio de una población de 800 mil habitantes? Un desierto. ¿Qué nombre daría usted a la Constitución de ese país? La Constitución de un desierto. Ese país es la República Argentina, y cualquiera sea su Constitución ella no será durante muchos años más que la Constitución de un desierto.”12 Juan Bautista Alberdi. En esta frase como a lo largo de sus escritos referidos a esta temática, Juan B. Alberdi, al igual que Domino F. Sarmiento coincidieron en diagnosticar un “mal” que nos aquejaba; máxime aún si lo poco habitado era por las montoneras gauchas, seguidoras de los caudillos federales a las cuales debían sumarse las poblaciones que se contaban por miles en todo el territorio de indígenas irredentos. “La Constitución argentina se sitúa así en un punto de inflexión de la historia, punto en el cual el país ha renunciado a su pasado y se embarca en la conquista del futuro. El presente de la Constitución no puede inscribirse sino en el registro de la ausencia. La Constitución discurre en el “desierto”, los espacios vacíos, entre la necesidad de “poblar” y las figuras fantasmáticas de los anglosajones que deben darle cuerpo.”13 Sin embargo, la Constitución del año 1853, producto casi exclusivo de la pluma alberdiana, integrada recién en el año 1862 a las catorce provincias que conformaron el entonces territorio argentino, fue la acabada expresión del liberalismo económico (mas no político) que primó por entonces en la práctica de la elite letrada; aún con las diferencias propias en su seno, como producto de la ocupación de espacios de poder en el Estado que estaba naciendo. Autores del tronco liberal-conservador como Natalio Botana, José Luis Romero, Luis Alberto Romero, Tulio Halperín Donghi, Roberto Cortes Conde, Ezequiel Gallo, Alain Rouquié, Osar Oszlak, analizaron acabadamente las variables que conformaron el ideal de la República Posible de su autor, sostenida por el conjunto de la clase política que se estaba conformando a mediados del Siglo XIX: la oligarquía terrateniente, de la cual Domingo F. Sarmiento (“el aporteñado”, en clara referencia a su incorporación al proyecto centralista-porteño)14 emergió como presidente entre los años 1868 y 1874, amén de haber sido dirigente político antes y continuara después de este período presidencial. Aquel ideal, reiteramos, lejos estuvo de comprender y ni siquiera contemplar a las masas de la campaña; como tampoco quiso hacerlo años más tarde con la “solución” que precisamente no fue anglosajona sino todo lo contrario: el 80% del caudal inmigratorio que nutrió a nuestro país, estimado en seis millones de almas (de los cuales la mitad se quedó a vivir), provino entre los años 1857 y 1914 de la Europa del sur, esto es, campesinos analfabetos, sin tierras y con ideologías anarquistas, socialistas y sindicalistas revolucionarias. Del combate instrumentado mediante la “Guerra de Policía” ya mencionada, por Bartolomé Mitre (presidente entre los años 1862 y 1868) y su sucesor Domingo F. Sarmiento contra las montoneras y las tolderías de los pueblos originarios se pasó a la guerra contra las “tolderías rojas” de finales del Siglo XIX. La práctica de exclusión fue sistemática, antes y durante el proceso que organizó nuestro país, más allá de la variable inmigratoria que no cumplió con los deseos originarios de la elite, que además se resistió desde su experiencia de clase recién constituida en estas tierras contra el embate del capitalismo criollo. En cuanto a Domingo F. Sarmiento y su aporte desde la educación para consolidar este proyecto en nuestro país, se visualizó claramente en el sistema educativo implementado por la Generación del ’80,que, entre otras cosas, reprodujo una historia oficial tendiente a unificar antes que a educar en el sentido pleno del concepto a las masas inmigratorias; y a recordarles a los criollos que los héroes de la República los observaban desde sus estatuas para que no olvidaran quienes fueron los hacedores de la Nación. El liberalismo había triunfado y ésta era la esencia de la “pedagogía” de esta Generación, dirigida a los “bárbaros” propios y extraños. La educación popular sarmientina había dejado su impronta cultural e ideológica estableciendo fronteras claras al Otro. LEYENDO EL FACUNDO A fines del año 1840, salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, lleno de cardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior. Al pasar por los baños del Zonda, bajo las armas de la patria que en días más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras: “On ne tue point les idées”. Con estas palabras de Sarmiento, se abre el libro publicado en el año 1845, en los meses de mayo y junio por entregas en el diario El Progreso de Chile; cuyo título original es: Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina.15 Aquella frase en francés es la que acuñó Sarmiento, y él mismo la tradujo según su parecer como, A los hombres se degüella; a las ideas, no. Y la síntesis final que trascendió su época fue finalmente: “Las ideas no se matan”; Ricardo Piglia en su trabajo sobre este texto, comenta que “La literatura argentina comienza con una frase en francés.” Sin embargo, la original pertenece a Denis Diderot: No se fusilan las ideas. Fusilamiento, degüello, muerte, en síntesis, más de las personas, que de las ideas; y esto ocurre según el sanjuanino porque la Mazorca liderada por el jefe de la Confederación Argentina, Juan M. de Rosas, así lo requiere con cualquiera de sus opositores.16 El self made man literario que es Sarmiento17, en su huída a Chile país que eligió para iniciar su exilio, con el relato del Facundo pretendió demostrar que la barbarie alojada en la naturaleza hostil de La Pampa, ese desierto imposible de llenar con sus nativos, estaba hecha carne en el caudillo. En esta coyuntura política es Rosas, como antes lo fue Facundo, como siempre lo serán los caudillos federales, a quienes combatirá con su guerra muchas veces hasta personal, llegando al exterminio. Interpretó, tradujo, transmitió el espíritu de la Europa próspera y civilizada, y de los EE.UU., ejemplo que deberemos tomar, nos aseguró, si queremos insertarnos en el mundo moderno; y será este último caso, cuando al viajar por Europa, África y América del Norte, encomendado por el gobierno chileno entre los años 1845 y 1848, el que impactó en su visión comparativa entre la Argentina y aquel país ya lanzado a la carrera de conquista y colonización de su propio espacio geográfico y de sus vecinos: México y Centroamérica. Facundo para él fue además ese grande hombre, al cual identificó con la manifestación de la vida argentina, pero sin moral; lo transformó en una figura propia de la corriente romántica de su época: un gigante, con sus mitos y leyendas que crecieron a medida que se desarrolló la narración de la vida del caudillo riojano. La espada sarmientina apareció así una y otra vez a través del Facundo para herir a Rosas, su verdadero enemigo, podemos afirmar el único, porque en aquel año 1845, ya hacía diez que el Tigre de los llanos había sido asesinado; y se transformó en una sombra terrible. Desde otra óptica, podemos afirmar que este texto es uno de los fundadores no sólo de la literatura nacional, sino también, y especialmente de aquellas imágenes dicotómicas que nos mostraron aquellos dos mundos incompatibles, irreductibles, que fueron conformando a lo largo de la historia argentina dos lógicas que no pudieron lograr una síntesis posible; al tiempo que nos propuso una larga metáfora literaria. La contracara a esa síntesis no lograda es la amalgama entre civilización y progreso, que desembocó en la urbanización, generando otras antinomias que se agregaron a las que ya estaban en pugna: la ciudad contra la campaña. La ciudad no es cualquier ciudad: es la ciudad –puerto, el país unificado, indivisible tras el proyecto de la oligarquía terrateniente, desde la centralista Buenos Aires que elimina el espacio vacío… y nos proporciona una imagen de plenitud que reemplazó a aquel “mar en la tierra” que era la pampa. Aquella oposición entre civilización i barbarie, tal como lo fue con el graffiti sobre una piedra para que sólo los letrados y eruditos lo comprendieran, tampoco fue una creación de Sarmiento. Dijimos que viajó por tres continentes, y en ese periplo, al vivir en EE.UU., conoció las novelas de Fenimore Cooper: El último de los mohicanos (1826) y La Pradera (1827). En estas narraciones acerca de la lucha del hombre blanco en su derrotero por conquistar el oeste de su extenso territorio; el sanjuanino vió la misma imagen de una naturaleza salvaje con sus ab-orígenes irredentos que desde su imaginación18 era absolutamente comparable con la geografía y los habitantes autóctonos de nuestras llanuras pampeanas. Conocedor de éstas por sus lecturas, sin embargo tuvo muy en claro que el salvaje era el extranjero que barbotea palabras incomprensibles en nuestra tierra. El bárbaro 19 es el gaucho, el indio, el negro, el mestizo, el mulato, el zambo. Todo aquél que no acreditara sangre europea pura, blanco de toda 15 En la edición del año 1874, apareció la conjunción adversativa: Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas blanquitud; es el otro, que representa por ende, la otredad, extraño y diferente: irreconciliable con el sueño europeizante de la Generación del ’37 a la cual adhiere a la distancia el joven Sarmiento. “Se nos habla de gauchos… la lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tiene de seres humanos. “Tengo odio a la barbarie popular…la chusma y el pueblo gaucho nos es hostil. Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿ son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden. Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas.” Cartas de Sarmiento a Mitre; 20 y 24/09/1861. A este problema, su población, se le agregó el que ya vislumbramos en este trabajo; y quienes están proyectando y construyendo una nueva nación, (parafraseando a Tulio Halperín Donghi), la pampa símil al desierto debe ser recuperada, esto es ocupada: “El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes i se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado, sin una habitación humana, son, por lo general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias.” Facundo, Sarmiento. Pero, esencialmente, Facundo será para su autor el arma que destronó a Juan Manuel, el ejército que lo derrotó en la batalla de Caseros. Esta tierra, creyó, a partir de ese día, habitada y no, sería la nación soñada desde sus lecturas, desde el exilio, desde sus viajes. Casi treinta años más de guerras civiles lo desmentirían; todavía quedaban miles de Facundos y Rosas que presentarían batalla al modelo europeo-norteamericano sarmientino; el cual sabemos terminó imponiendo su poder sobre un espacio nuevo.20 SARMIENTO Y LA EDUCACIÓN POPULAR Y en su afán de aconsejar a los Estados Sudamericanos, se repunta cuál es el gasto en una educación pública que “discipline” con el objetivo de producir en “orden” a las “masas ineptas”. Instrucción tenaz, permanente, casi obsesiva propone para romper con los obstáculos que oponen nuestros habitantes: “Sabido es de todos, no ya la imperfección, desaseo incuria y abandono del servicio de nuestros domésticos la rudeza y estado embrionario de nuestros trabajos agrícolas, sino también la imposibilidad de establecer las más amplias fabricaciones por la ineptitud de los trabajadores del país, para poner en movimiento y mantener en buen estado los más simples aparatos.” Sarmiento, Obras Completas, tomo XI La educación recibida es fundante ya que sociabiliza, imparte moralidad, reemplaza la imposibilidad del pobre de enseñar a su hijo, siendo el Estado el que debe realizarlo, añade autoridad, contiene pasiones, las disipa. Si logramos algunas de estas enseñanzas seremos, afirma Sarmiento, como los norteamericanos “que visten todos frac, llevan reloj, leen diarios y libros, y tienen hechos votos de no beber licores espirituosos.” Una sociedad opulenta, pacífica, que progresa con el bien y la justicia como norte. Sin duda, una sociedad idílica, que él vio en algunas comunidades pero le bastó para extender estas observaciones empíricas a todo el territorio estadounidense que se debatía en la expansión hacia el oeste, cobijado bajo “la ley del revolver”, la horca, y la guerra cruel y despiadada contra “los pieles rojas”, mexicanos, negros, y que presagiaba a pocos años vista la feroz guerra de Secesión entre el norte industrial y el sur esclavista. La instrucción primaria es la panacea sobre la cual se edificará la industria, la prosperidad, y terminará, insiste, el atraso y la ignorancia. Si toda la población pasa por esta experiencia, la riqueza crecerá porque 20 Esta afirmación nos remite a la cultura griega, de la cual Europa occidental se siente en aquél Siglo XIX heredera; y la conquista de continentes enteros, que no hace más que reafirmar la ocupación del espacio, reiteramos, habitado o vacío, para demostrar el poder de los imperios tanto en el plano económico, como también simbólico. El dominio es el de la humanidad sedentaria contra el nómade; “la casa”, el centro doméstico transmite “estabilidad”, “inmutabilidad” y “permanencia”. Es el punto de referencia de las relaciones sociales. No hay territorio sin centro ni poder el orden garantizará su reproducción. Positivismo, romanticismo y pragmatismo liberal al uso criollo, pareciera la fórmula de quien años más tarde de estos escritos, vio como la Ley 1420, fue producto de la discusión de gran cantidad de expertos que participaron del Congreso Pedagógico del año 1882, del cual su ideólogo, Domingo F. Sarmiento fue uno más. Allí triunfó la postura laica en detrimento de la enseñanza religiosa que se debió impartir fuera de las horas de clase. A pesar de que el Senado luego aprobara esta instancia ante la presión de la Iglesia y los grupos políticos vinculados a ella, y la Cámara de diputados debió fallar a favor de lo dispuesto originariamente por el Congreso, es honesto recordar que esta postura fue defendida por el propio Sarmiento y que le valiera el enfrentamiento con el sector católico de la Generación del ’80. Escuelas para adultos en cárceles, guarniciones, cuarteles; y para niños y niñas, escuelas mixtas. Lectura, escritura, matemáticas, moral, geografía argentina y mundial, historia universal y argentina, y, en las zonas agrícolas enseñanzas mínimas de actividades agrícola-ganaderas; para las niñas materias sobre economía doméstica y manualidades, y a los varones nociones de ejercicios militares; fueron éstas algunas de las materias propuestas y que se implementaron para garantizar la educación integral. La obligación de la asistencia a clases quedó bajo responsabilidad de sus mayores a quienes se les aplicaba multas si no justificaban las inasistencias reiteradas y consecutivas. Los maestros, al ser escasos, en primer lugar debían tener título habilitante, y se incorporaron además adultos a los que se consideraba idóneos para ejercer el cargo. Se prohibieron además los castigos corporales. Como podemos observar el Congreso Pedagógico fue amplio y modernizante en su concepción teórica hacia la implementación del sistema educativo. No obstante ello, al sancionarse la ley 1420, en el caso de los adultos se le restó importancia a su contención educativa. La Generación del ’80, fue la que impuso a partir del año 1884, la gratuidad de la enseñanza pública y lo hizo desde el Estado Nacional con una clara vocación centralista porteña por sobre las provincias e instrumentada sólo en la Capital Federal creada en el año 1881 y en los territorios nacionales de entonces; inspiradas estas medidas en las provenientes de Francia, a instancias de su autor Jules Ferry. Recién en el año 1905, con la Ley Lainez, el Estado Nacional extendió su influencia en el resto de las jurisdicciones educativas., lo cual implicó hacerse argo de salarios docentes, mobiliarios para los establecimientos educativos, creación de escuelas. Y dirigió todas sus energías a uniformizar a la población que estaba recibiendo desde hacía más de veinticinco años el aluvión inmigratorio, con el objetivo de dotarla de un sentimiento, una historia y una identidad nacional. El positivismo liberal de la clase dirigente vio en la escolaridad la manera de consolidar el proyecto republicano moderno que atacara dos flancos, por un lado el oscurantismo religioso heredado de la hispanidad y la extranjerización propuesta en un comienzo como respuesta saludable a la población nativa incapaz e inculta, pero que trajo a vastos sectores sociales desposeídos y con ideologías de izquierda a nuestras tierras que terminaron enfrentando durante décadas a la oligarquía terrateniente en el poder. De este modo, los debates en el Congreso Pedagógico del año 1882, sintetizaron el positivismo naturalista, evolucionista del progreso indefinido y el conocimiento científico racionalista con los ideales cosmopolitismo enciclopedista sarmientino. Esta síntesis ideológica cultural y política se transmitió a la educación pública y a los formadores de los educadores que pasaron por las escuelas normales. Y, en este punto mucho tuvo que ver en Sarmiento la influencia del pedagogo norteamericano, Horace Mann, quien ya en su país bregó por la educación gratuita y universal, tendiente a homogeneizar a la población sobre la base del respeto de la libertad del individuo. La ley del año 1875 para la provincia de Buenos Aires del propio Sarmiento, más la influencia de este norteamericano, y la ley francesa del año 1882, fueron las tres bases teóricas que terminaron construyéndola. Las casi cien maestras norteamericanas que vinieron al país a instancias de Sarmiento, llegaron formadas por las concepciones de Mann, a pesar que en su propio país habían sido dejadas de lado por la filosofía educacional conocida como pragmática, la cual hacía hincapié en las actividades prácticas y en la realidad de su propio entorno, antes que a ideas abstracta europeizantes. La vida cotidiana, tanto en lo laboral como en lo educativo eran las bases de la formación de los individuos, y así se desarrolló desde finales del Siglo XIX la educación en los EE.UU.; mientras que en nuestras tierras continuamos con el funcionamiento pedagógico alejado de la realidad por cuestiones ya comentadas en este trabajo, vinculadas fundamentalmente a la presunción ideológica de la incapacidad de nuestras masas nativas. Lo situacional en lo geográfico, la tradición cultural y la historia particular de nuestro pueblo no fueron tenidas en cuenta. El universalismo se impuso a la realidad efectiva de nuestras tierras. A MODO DE REFLEXIONES FINALES Reiteramos, que, a pesar de esta visión crítica a la ideología sarmientina, no podemos dejar de reconocer que formó parte de dos de las tres Generaciones que han dejado su impronta en la Historia argentina; la del ’37 y la del ’80.21 Ambas lograron imponer sus ideas y construir un modelo de país que, hasta la llegada del peronismo a mediados de la década del ’40 del Siglo XX, (más allá de los interregnos de los gobiernos de Hipólito Yrigoyen), supieron sostener sus intereses y sus objetivos prácticamente incólumes. Domingo F. Sarmiento fue un militante de su época; y tomamos el Facundo como eje de este trabajo porque él lo blandió como espada para la batalla ideológica y cultural que emprendió a mediados de la década del ’40 y que lo acompañó hasta su ascenso a la presidencia de la nación en el año 1868. E inclusive, siguió sacándole filo, sin mellarla, hasta su muerte en Asunción del Paraguay en el año 1888. En cuanto a su aporte a la educación en nuestro país, ya vimos cómo el sistema educativo implementado por la Generación del ’80 se nutrió de este autodidacta, hombre de “espada, pluma y palabra”. Y destacamos como herramienta fundamental, la historia oficial que se reprodujo tendiente a unificar antes que a educar en el sentido pleno del concepto a las masas inmigratorias; y a recordarles a los criollos que los héroes de la república los observaban desde sus estatuas para que no olvidaran quienes fueron los hacedores de la nación. El liberalismo había triunfado y ésta era la esencia de la “pedagogía” de esta generación, dirigida a los “bárbaros” propios y extraños. La educación popular sarmientina había dejado su impronta cultural e ideológica estableciendo fronteras claras al Otro. Un largo muro simbólico y material se erigió entre los sectores populares y la clase dirigente oligárquica que tardó años en agrietarse y ser derribado, prácticamente hasta el 17 de octubre del año 1945. A partir de esta fecha-símbolo, el peronismo reconstruyó un pensamiento nacional y una doctrina que encarnó en la inmensa mayoría de la clase obrera a modo de identidad y conciencia que le permitió trascender largamente los períodos de gobierno de las décadas del ’40 y del ’50. Esto se debió precisamente a una contra historia hecha realidad en las vivencias cotidianas, con la instalación de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Conceptos que ya Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, con el agrupamiento FORJA 22, venían proclamando como ideario de la nación., y que el peronismo hizo masivas en la palabra del discurso oficial, en las fábricas y en las plazas. En las elecciones del 24 de febrero del año 1946, reapareció la antinomia civilización y barbarie, en la campaña electoral. Los partidos opositores nucleados en la Unión Democrática (Unión Cívica Radical, partido Socialista, Conservador y Comunista) al candidato del Partido Laborista, el entonces coronel Juan Domingo Perón, una vez más retomaron el discurso de la lucha por la libertad, la civilización, la república y la democracia contra la posible entronización de un otro bárbaro. No es casualidad que en la Marcha de la Libertad realizada por esta coalición de partidos, contra la presencia de Juan Perón en el gobierno, se cantó la Marsellesa como símbolo máximo de la libertad, y la cultura universal. El peronismo es comparado con la mazorca y el nazismo y Juan Perón es Rosas “reencarnado”. Mientras el líder de los trabajadores que está naciendo habla a sus seguidores de recuperar “los valores criollos, pensar, vivir y sentir como argentino”, cita frecuentemente al Martín Fierro, denuncia a la antipatria, a la oligarquía y unifica los conceptos Pueblo y Nación en un solo cuerpo doctrinario. Finalmente, algunas reflexiones acerca del apotegma “Sarmiento el padre del aula” y cristalizado como el maestro por excelencia en el altar de los mitos liberales. Cuestión que ponemos en discusión no desconociendo la gran labor que realizó desde sus distintos cargos públicos, pero continuando con la línea de pensamiento que esbozamos hasta aquí: ¿De qué modo pretendió o de hecho incluyó a aquellos sectores con su concepción, claramente discriminatoria hacia quienes habitaban nuestro suelo y habían dado muestras de su amor a la tierra desde su defensa de Buenos Aires ante las Invasiones Inglesas de los años 1806- 1807? “Con emigrados de California se está formando en el Chaco una colonia norteamericana. Puede ser el origen de un territorio, y un día, de un estado yanqui (con idioma y todo). Con este concurso genético mejorará nuestra raza decaída.”23 ¿O de qué manera aceptó darles un lugar en las aulas de la educación pública a los hijos o nietos de quienes batallaron por la Independencia de las Provincias Unidas, junto a los generales José de San Martín, Manuel Belgrano, José Gervasio de Artigas, Martín Miguel de Güemes, a la sazón jefes militares; pero también caudillos de gauchos, indios, negros, mulatos, zambos; los vituperados por bárbaros y salvajes, pocos años mas tarde? “¿Qué importa que el Estado deje morir de hambre al que no puede vivir por sus defectos?”24 Milicias populares que cruzaron Los Andes para libertar pueblos hermanos, participaron de los éxodos de la Banda Oriental y Jujuy, juraron la bandera cuando desde el centralismo bonaerense de la futura ciudad-puerto que tanto ensalzó Sarmiento como sinónimo de orden y progreso, prohibieron todo acto emancipatorio y soberano. ¿Cuál habrá sido la síntesis educativa que permitió ubicar al paisanaje defensor de las costas de nuestros ríos interiores contra las invasiones anglo-francesas entre los 1838 y 1845, en las aulas sarmientinas? “Hemos jurado con Mitre que no quedara uno vivo”.25 (En referencia a los prisioneros partidarios del Chacho Peñaloza; paisanos federales del interior profundo). La respuesta final quizás, la hayamos en su recurrente definición acerca de la labor de ingleses, franceses y holandeses en Norteamérica, allí “no establecieron mancomunidad ninguna con los aborígenes, y cuando con el lapso de tiempo sus descendientes fueron llamados a formar Estados independientes, se encontraron compuestos de las razas europeas puras, con sus tradiciones de civilización cristiana y europea intactas, con su ahínco de progreso y su capacidad de desenvolvimiento, aún mas pronunciado si cabe que entre sus padres, o la madre patria.” Sarmiento, Obras Completas, tomo XI. 10 Si bien Domingo Sarmiento participó en el Ejército Grande comandado por el general Justo J. de Urquiza, pronto vio en él la continuación socio-cultural del rosismo, y partió por segunda vez hacia el exilio 11 Palabra de origen griego, que definió a todas las poblaciones extranjeras (barbaroi) a los habitantes de Atenas. Sus lenguas fueron incompresibles para los helénicos y sonaban como un bar-bar ininteligible para sus parámetros culturales 12 Maristella Svampa, op. cit.. p. 45 13 Maristella Svampa, ob.cit., p. 48 14 A este respecto nos señala Hernández Arregui en Imperialismo y Cultura, que la afluencia de provincianos provenientes de las oligarquías provinciales a Buenos Aires, fue producto del proceso de asimilación política sostenido por la propiedad de la tierra y la ingerencia del capital inglés 15 En la edición del año 1874, apareció la conjunción adversativa: Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 16 José Mármol contemporáneo de aquella Generación del ’37 vaticinó que Juan M. de Rosas al morir, “Ni el polvo de tus huesos la América tendrá” y, casi cien años más tarde, Jorge Luis Borges, afirmó que “Famosamente infame su nombre fue desolación en las calles, idolátrico amor en el gauchaje y horror de puñaladas en la historia” 17 Él siempre se definió como un autodidacta que supo cómo juzgar los libros que leía. Educándose desde la lectura en cantidad y construyendo juicios de valor que según él mismo lo llevó a no respetar las opiniones de los demás. 18 Sarmiento conoció la pampa cuando acompañó como boletinero del Ejército Grande al general Justo José de Urquiza, en su campaña de los 1851-52 contra Juan M. de Rosas; el gaucho malo que se apropió de la ciudad. 19 Se construyó un relato y una retórica de la alteridad; no es sólo la antinomia entre a y b; es a e inverso de a, y en esa inversión se le da sentido a la alteridad; se pasa así del relato, al mundo que se relata: aparece la polaridad y la disyunción 21 La tercera de ellas fue la Generación del’ 70, surgida tras el golpe del general Juan C. Onganía en el año 1966 contra el gobierno semi-democrático del radical Arturo Illia, y que se extendió temporalmente hasta el fin de la Guerra de Malvinas en el año 1982. Esta generación, a diferencia de las otras dos mencionadas no pudo ver hecha realidad sus posturas de cambio profundo en todos los ámbitos sociales a causa de la dura derrota sufrida con el golpe genocida cívico, eclesiástico y militar del año 1976; que aún hoy ha dejado sus secuelas negativas en el seno de nuestra sociedad 22 Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina, agrupamiento eminentemente estudiantil perteneciente a la corriente radical yrigoyenista que se transformó en una voz militante y de denuncia de los negociados, el fraude y lA entrega en la Década Infame 23 Juan José Hernández Arregui,“¿Qué es el Ser Nacional?”, Editorial Plus Ultra. Buenos Aires: 1973. p. 100 24 Juan José Hernández Arregui. Op. Cit. p. 108 25Juan José Hernández Arregui. Op. Cit. p. 104 BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Halperín Donghi, Tulio, Proyecto y construcción de una nación, (1846- 1880), Buenos Aires: Arel historia. 1995 Hartog, François, El espejo de Heródoto, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2002. Hernández Arregui, Juan José, Imperialismo y Cultura, Buenos Aires: Editorial Plus Ultra, 1973. Hernández Arregui, Juan Jopé, ¿Qué es el Ser Nacional?”,Buenos Aires: Editorial Plus Ultra, 1973. Hobsbawn, Eric, Las revoluciones burguesas, Barcelona: Guadarrama, 1985. Oszlak, Oscar, La Formación del Estado Argentino, Origen, progreso y desarrollo nacional, Buenos Aires: Editorial Planeta , 1997. Quatrocchi-Woisson, Diana, Los males de la memoria, Historia y política en la Argentina, Buenos Aires: Emecé Editores, 1995. Rock, David, El radicalismo argentino (1890-1930), Buenos Aires: Editorial Amorrortu, 1977. Rouquié, Alain, Poder militar y sociedad política en la Argentina, I 1880-1943, Buenos Aires: Taurus, 1994. Sarmiento, Domingo F., Facundo, Civilización y Barbarie, Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina, Buenos Aires: Cántaro. 2005. -----------, Discursos Populares, Buenos Aires: El Ateneo, 1927. -----------, Obras Completas, Tomo XI, Buenos Aires: Luz del Día, 1950. Svampa, Maristella, El dilema argentino, Civilización o Barbarie, Buenos Aires: Taurus. 2006. PROF GB

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