Al menos 278 personas mueren en el asalto de la policía a las protestas islamistas y los posteriores enfrentamientos. Una matanza a tiros de seguidores de los Hermanos Musulmanes que causó ayer 278 fallecidos en Egipto, 43 de ellos policías, supuso el desmantelamiento de los inmensos campamentos de protesta levantados en El Cairo contra el derrocamiento del presidente islamista Mohamed Morsi el pasado tres de julio, y la reinstauración del estado de emergencia, vigente durante tres décadas bajo la dictadura de Hosni Mubarak. Los seguidores de Mohamed Morsi tardaron un mes y medio en levantar una ciudad improvisada en el barrio de Ciudad Naser, con tiendas de campaña, ambulatorios, aseos y puestos ambulantes. Las fuerzas de seguridad egipcias redujeron en pocas horas todo a escombros —con fuego real, gases lacrimógenos y excavadoras— en una operación que incendió las calles egipcias. Al amanecer, las fuerzas de seguridad irrumpieron en las concentraciones de Rabaa al Adauiya y de la plaza de Al Nahda, tratando de dispersar a los congregados con gases lacrimógenos. “Tiraron las lonas [de la tienda de campaña]. Había policías y soldados. Dispararon gases lacrimógenos a los niños”, aseguró Saleh Abdulaziz, un maestro de 39 años citado por Reuters, tapándose una herida sangrante en la frente. Los Hermanos Musulmanes y sus simpatizantes, que hasta el desalojo aseguraban que recibirían a los agentes de forma pacífica, y que no respondieron en un primer momento, se enzarzaron luego en duros enfrentamientos para proteger los campamentos. Regueros de sangre comenzaron a marcar el camino hacia la morgue del hospital de campaña que, desde hacía varios días, permanecía alerta ante la inminente entrada de la policía en la sentada de Rabaa al Adauiya. Hora tras hora, se iban amontonando los cadáveres mientras médicos y grupos de voluntarios trataban de mantener con vida a los heridos más graves. Muchos de ellos presentaban heridas de bala en el pecho o en la cabeza. Las víctimas mortales fueron aumentando de forma incesante y será necesario esperar, quizá varios días, para contar con un balance definitivo. El Ministerio de Sanidad cifró las víctimas en 149 muertos (entre ellos 43 policías) y 874 heridos en todo el país. Los Hermanos Musulmanes llegaron a hablar de más de 2.000 muertos aunque finalmente rebajaron la estimación a varios cientos. Tras los desalojos, se desataron choques en varios puntos de la capital, pero rápidamente se extendieron al resto del país cuando la Coalición Nacional para la Defensa de la Legitimidad llamaba a los partidarios de Morsi a protestar en las calles. De norte a sur, Egipto se tiñó de sangre y, cumpliendo con su promesa de incendiar las calles, cientos de islamistas quemaron coches de policía, edificios gubernamentales y viviendas. En un repunte de la violencia sectaria que nunca había llegado a desaparecer, también prendieron fuego a varias iglesias. En la localidad de Al Arish, al norte de la península del Sinaí, ardía al menos un templo copto y otros tres lo hacían en la ciudad de Miña, en el Alto Egipto. La Iglesia copta condenó los ataques, que fueron dirigidos también contra monasterios, tiendas y domicilios particulares. También hubo disturbios en otras ciudades como Alejandría, Luxor, Asuán o Suez. Las autoridades egipcias trataron de aparentar una relativa calma en el país, hasta que les resultó imposible guardar las apariencias, ante el descontrol total. Incapaces de controlar la creciente violencia, el Gobierno interino decretó el estado de emergencia durante un mes en todo el país —una medida que permite detenciones sin cargos— e impuso el toque de queda entre las siete de la tarde y las seis de la mañana en parte del territorio. Como medidas complementarias las autoridades cerraron todas las calles que conducen a los asentamientos y todos los recintos arqueológicos y museos de manera indefinida. El Ministerio de Exteriores español desaconsejó los viajes a Egipto. Con la caída del sol, cientos de acampados que todavía permanecían dentro de la sentada de Rabaa al Adauiya aceptaban la oferta del Gobierno de salir de allí pacíficamente. Sin mostrar prisa ni nerviosismo, una hilera de hombres, mujeres y niños abandonaban sus tiendas de campaña frente a la mirada de los agentes desplegados en la zona. Un número importante de ellos abogaba por continuar con los enfrentamientos e, incluso, por crear nuevos campamentos. Tras huir de los lugares de los desalojos, varias decenas de islamistas acudieron a la mezquita de Mustafá Mahmud, en el barrio residencial de Mohandisin, donde lograron formar brevemente una nueva sentada. Efectivos de las fuerzas de seguridad acudieron rápidamente al lugar y dispersaron a los congregados con gases lacrimógenos. Varios testigos afirmaron, además, haber oído disparos sin determinar su procedencia. La terrible situación que vive Egipto ha abierto una crisis política en el seno del Gobierno interino. Cumpliendo con su palabra, el vicepresidente para Asuntos Exteriores, Mohamed el Baradei, presentó su dimisión afirmando lo siguiente: “No puedo soportar la responsabilidad de tomar decisiones con las que no estoy de acuerdo”. El Ejecutivo interino dio por fracasada, hace varios días, la mediación diplomática de las diferentes delegaciones extranjeras que visitaron el país. Desde la revolución de enero de 2011, Egipto ha sido escenario de diversos enfrentamientos provocados por las dificultades asociadas a la transición, aunque la brutal represión marca un antes y un después dada su crudeza y sus implicaciones. No hay indicios de que la violencia vaya a remitir tras una jornada en la que los periodistas tampoco se libraron de la violencia. Un cámara del canal británico Sky News, Mick Deane, y la reportera del canal árabe UAE, Habiba Abdel Aziz, murieron mientras cubrían el desalojo. “Lo quemaremos todo. Nos convertiremos en bombas humanas” Los manifestantes desalojados aseguran que continuarán su desafío al Ejército La policía egipcia asalta los campamentos islamistas en El Cairo Varias zonas de El Cairo y de ciudades como Alejandría, Suez y Asuán se han convertido en un campo de batalla después del asalto de las fuerzas de seguridad egipcias contra el campamento que albergaba a los partidarios del depuesto presidente islamista Mohamed Morsi. En medio del fragor, las informaciones son contradictorias y de la confusión emergen cientos de testimonios cuyo mensaje tiene una cosa en común: los enfrentamientos entre los partidarios de Mohamed Mursi y las fuerzas de seguridad del estado no han hecho más que empezar. Hablando para la CNN, uno de los manifestantes desalojados profería la siguiente amenaza contra Gobierno interino: “Lo quemaremos todo. Nos convertiremos en bombas humanas”. Las cifras de muertos y heridos no dejan de aumentar y, según el diario digital egipcio Mada Masr, los doctores que trabajan sin descanso en el hospital de campaña instalado en Rabaa Al Adauia no dan a basto: “Soy incapaz de contar a los heridos. Muchos de ellos han sido alcanzados por fuego real”. También desde el centro médico provisional las víctimas del desalojo hablan con los periodistas que llegan a la zona: “La cosa se está poniendo muy fea. Han destruido nuestras tiendas. Allí dentro resulta imposible respirar y son muchos los que han tenido que ir al hospital”, declaraba Murad Ahmed a la agencia Reuters. Muchos de los testigos hacen referencia a la ya conocida existencia de mujeres y niños en las acampadas, quienes habían decidido no abandonar las sentadas a pesar de las advertencias del Gobierno. Entre las personalidades que han expresado su preocupación por los ataques se encuentra el vicepresidente del Partido de la Libertad y la Justicia, Essam El Erian, el cual no abandona sin embargo su tono desafiante: “cientos de mártires caerán y nuestra determinación nunca será quebrada. Queremos vivir libres en un país libre”. Las voces para frenar la escalada de violencia llegan desde dentro y fuera del país. Mona al Qazzaz, portavoz de los Hermanos Musulmanes en el Reino Unido, realizaba las siguientes declaraciones a la radio de la BBC: “Pido a la comunidad internacional que de un paso y frene esta masacre. Todos sabíamos que esta masacre iba a suceder, pero la comunidad internacional ha permanecido en silencio”. La red social Twitter es un hervidero de informaciones sin confirmar, aunque merece la pena seguir de cerca las actualizaciones de conocidos blogueros como Sand Monkey. El también columnista del diario Daily New Egypt está informando, minuto a minuto, de los datos que recibe, y ha reportado enfrentamientos con armas de fuego en varias zonas de la capital Egipcia y de otras ciudades del país. El País (España)
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