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Materiales para la construcción política Por Alejandro Horowicz

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Las PASO por ahora son más una necesidad del orden político imaginado por los profesionales del sistema que una tarea que la sociedad percibe como propia. "Nada más sorprendente para aquellos que se ocupan de los asuntos humanos con mirada filosófica, que ver la facilidad con que las mayorías son gobernadas por las minorías (…) Cuando investigamos por qué medios se produce esta maravilla, encontraremos que como la Fuerza está siempre del lado de los gobernados, quienes gobiernan no tienen otra cosa que los apoye que la opinión. Es, por tanto, sólo en la opinión donde se funda el gobierno, y esta máxima se aplica a los más despóticos y militares de los gobiernos, así como a los más libres y populares." David Hume Florencio Randazo dio a conocer los primeros cómputos oficiales de las PASO. Nada demasiado distinto a lo que se esperaba. En la provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral con más de 11 millones de electores, el oficialismo peleó la punta. En la Capital Federal logró el tercer puesto. Al menos esos fueron los datos iniciales que marcarán o no la tendencia. Para el resto será preciso esperar el cierre del proceso. ¿El suspenso termina con el resultado? ¿Develado el ganador, fin del suspenso? Pocas cosas tienen el impacto de la victoria, sobre todo en una lectura estática y coyuntural. Pero convengamos que la victoria política no está al alcance de todos. Sólo el gobierno puede ganar; los demás, todos los demás, pueden mejorar el armado, reforzar el juego en un territorio, facilitar un ensamble posterior. Materiales para una futura construcción; en definitiva, proyectos a medio hacer. Eso no es cierto Horowicz, el único que no puede ganar es precisamente el oficialismo. La política argentina tiene un grado de liquidez importante. Sobre todo, los que intentan una vía eficaz para debilitar al gobierno nacional. Ese y no otro es el objetivo mayor de la oposición: convencer a la sociedad que el ciclo iniciado en el 2003 ha concluido. El razonamiento es simple. La debilidad K está dada por la imposibilidad de ampliar su estructura de liderazgo. Un matrimonio político, en compañía de un brevísimo entorno, dirigió la Argentina durante una década. Con la muerte de uno de sus integrantes la fantasía del gobierno a perpetuidad concluyó. Para que esa estructura sobreviva, el resultado de las PASO hubiera debido replicar los resultados de 2011. Como no ha sucedido, y nadie creyó que pudiera suceder, la pelota queda en el terreno de la oposición. O en todo caso, la presidenta conserva el poder que el Ejecutivo dispone casi sistémicamente: nombrar a su sucesor y someterlo a plebiscito en 2015. Para las ambiciones sin límite de este populismo irresponsable este resultado equivale a una derrota. Cristina se va a su casa, y asunto concluido. Temo que se trata de una lectura demasiado sesgada. Es cierto que el gobierno no puede, si los números se repiten en octubre, modificar la Constitución Nacional, y por tanto Cristina Fernández abandonará la poltrona de Balcarce 50; pero a nadie se le escapa que tras el desgaste de una década conserva en sus manos el instrumento político que permite gobernar la sociedad argentina. Con un agravante mayor, nada asegura que octubre replique agosto. Sobre todo, si este resultado no convenciera debidamente a un fragmento de la sociedad sobre la inminencia del fin que usted augura, sobre la potencia de las "nuevas" fuerzas, que por cierto de nuevas tienen muy poco, y si esto sucediera presenciaríamos un tembladeral sin cuento. Si el nuevo mapa político no terminara adoptando el sesgo suficientemente anti K, la liga de intendentes que disputa la dirección de la provincia de Buenos Aires entraría en crisis. Dicho de un tirón, el reparto del capital político es brutalmente desigual, ya que se trata de una competencia donde la única fuerza nacional es liderada por Cristina Fernández, y las demás o no son nacionales, o si lo son carecen de chance relevante. Esto no supone ningunear el resultado. Y mucho menos desconocer que las fuerzas distritales, precisamente por el rango de dispersión de las prácticas políticas, no sólo dan cuenta de un proceso de continua licuefacción, de desenganche entre la política y la sociedad, sino también permiten operaciones de ingeniería que en última instancia tendrán por escenario el Congreso Nacional. Dicho con sencillez: el resultado que se terminará de despejar en las próximas horas, la tendencia que perderá su carácter de tal para instalarse como dato definitivo, tendrá tres tiempos: el primero culmina esta noche, el otro queda pospuesto hasta octubre, y los resultados de octubre rearmarán el mapa del Congreso, y veremos entonces si la oposición tiene en esta oportunidad mayor capacidad de maniobra que la del Grupo A, tras la debacle oficialista del 2009. Convine repasar algunos datos previos. Un estudio de opinión pública realizado por la consultora D’Alessio Irol sostiene que existe un "escaso interés" de los ciudadanos por las PASO. Es sólo un modo de hablar. "Al 39% de los encuestados, las PASO le son indiferentes y para un 29%, son un fastidio." Es decir, para la compacta mayoría su existencia misma carece de sentido. En este punto un dato relevante no ha sido despejado aún: ¿qué porcentaje del padrón emitió su voto? Es evidente que no se trata de una "fiesta cívica", máxime cuando el mismo sondeo confirma que "el 72% de los votantes no conoce ni siquiera la plataforma del candidato por el cual votó, y sólo el 17% leyó y comparó propuestas antes de definir su voto". ¿Desinterés por las PASO o desinterés por la política? El trabajo de D’Alessio Irol sostiene que "uno de cada tres votantes considera innecesario informarse sobre las plataformas". Pero las cosas no son tan sencillas; el informe admite que "tres de cada diez personas encuestadas han tenido controversias con la pareja y los amigos" por poseer diferentes posiciones políticas, y "uno de cada diez terminó vínculos por esta cuestión". Nadie lleva las diferencias hasta ese punto si no le resultan existencialmente relevantes. Me inclino entonces a pensar que las PASO por ahora son más una necesidad del orden político imaginado por los profesionales del sistema, que una tarea que la sociedad percibe como propia. Así se entiende que en las redes sociales, según este trabajo, "uno de cada diez consultados eliminó contactos cuyas opiniones le molestaban". El sondeo además destaca la importancia de las redes: "tres de cada diez consultados sienten a las redes como un espacio útil para informarse de temas políticos". Esto es, la gente confía más en la opinión de sus congéneres que en la de los especialistas. Eso nos impone otro problema: ¿cómo se construye esta "opinión"? ¿De dónde salen los elementos que sintetiza? Y es en ese punto donde los medios recobran, aunque más no sea indirectamente, su preponderancia. Entre el yunque de los medios y el martillo de los votantes las PASO quedaron atrás. Infonews

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