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¿Saguier, por qué prohibieron a Mempo? Por Eduardo Anguita eanguita@miradasalsur.com

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Hace pocos días, quien escribe estas líneas fue a la decimotercera edición de la Feria del Libro de Resistencia. Los treinta grados de temperatura estaban a tono con el cariño de los amigos, colegas y compañeros chaqueños que a la noche invitaron a La Vaca Atada, un restaurante donde se pueden engullir empanadas de surubí con chamamé y grandes historias de resistencia. Con minúscula, porque en el Chaco hubo Ligas Agrarias, luchas estudiantiles, poetas, luchas obreras y mucha gente curtida por el tanino de La Forestal y las desmontadoras de algodón de las grandes multinacionales. En un Chaco conmovido por esos días, por la violación y el asesinato de Emilia, una pibita qom de 15 años de Quitilipi, cuyo cuerpo apareció atado a un árbol en un predio donde años atrás precisamente había una desmontadora. En ese Chaco exuberante, alegre y sufrido, una cita apreciada es un desayuno con Mempo Giardinelli y Miguel Molfino, que tuvieron el detalle de haber ido la noche anterior a mi charla en la Feria. En el caso de Molfino, además, nada menos que como presentador. Entre las tantas cosas que se hablan con café y medialunas, Mempo contó las razones por las cuales La Nación decidió no publicarle una nota. Dicho en criollo, el diario de los Mitre decidió censurar a Mempo y de ahí en más dejarlo en la nómina de sus columnistas pero no publicando sus columnas. Una manera muy elegante de tirar por la borda cualquier cosa que pueda ser tomada como el ejercicio de la libertad de expresión. Mempo, hace 30 años, cuando estaba exiliado en México, le puso a una novela ¿Por qué prohibieron el circo? Ahora, el título sería ¿Saguier, por qué prohibieron a Mempo? En esta entrevista, Mempo cuenta los porqués: sencillamente porque le pareció innecesaria una campaña para promover el Nobel de la Paz a favor de Juan Carr, como impulsaba La Nación, porque ya había una buena candidatura con las Abuelas de Plaza de Mayo. Incluso, Mempo en el artículo aclaraba que se podía invitar a Juan a sumarse a la campaña. Aclara Mempo y aclara Anguita: Juan Carr es un gran tipo y nada tiene que ver con esa historia de atropello. Mempo Giardinelli: –Bueno, yo vengo de un periodismo claramente diferente donde los chicos empezábamos como aprendices y el aprendiz tenía que seguir de alguna manera a los maestros. Recuerdo que cuando empecé, acá en el Chaco había dos o tres maestros que te mandaban a hacer cosas desde comprar los puchos a corregir una nota con lo cual ibas aprendiendo a escribir. Se valoraba mucho la escritura, el texto, la ortografía, la gramática, porque se suponía que si vos no escribías bien estabas perdido, no tenías futuro. Recuerdo cuando llegué a Buenos Aires, la primera redacción en la que estuve estable era la revista Semana Gráfica, a fines de los ’60... mi primer compañero de laburo fue Osvaldo Soriano, él venía de Tandil, yo venía del Chaco, estaba Carlos Nossa que era ya un maestro, que después firmó muchos años como Bracamontes, estaba Horacio de Dios, después llegó Miguel Bonasso. Eran redacciones en las que aprendías muy rápidamente, te mandaban a hacer notas, salir con los fotógrafos era toda una experiencia porque los fotógrafos también eran muy metidos. Al poco tiempo, en el año ’70 o ’71 hice un paso por Panorama, y ahí estaban Juan Gelman, Tomás Eloy Martínez, Roberto Vacca, Norberto Firpo, Marcelo Pichón Rivière, Aída Bortnik, y así vos te encontrabas con que la gente mayor eran los maestros. Pepe Bianco tenía una frase que era famosa, que era “vení pibe que yo te clarifico”, entonces cuando te decía eso no escribías la nota completa pero se aprendía que daba miedo. Y rápido, era una época en la cual el texto tenía un valor extraordinario, es decir, yo veo ahora los textos en algunos diarios, incluso en los grandes diarios y revistas, y es horrible cómo están escritos, tienen una redacción pobre, errores ortográficos y bueno... es parte de una democratización hacia abajo que se ha ido dando también en el periodismo, estéticamente se han debilitado mucho. –Esto ultimo me da pie también, para preguntarte cómo era por entonces la relación entre las empresas periodísticas, los accionistas o dueños de los diarios y la estructura de redacción con directores, editores, respecto de lo que significaba para los empresarios la libertad de empresa y qué querían los periodistas como libertad de expresión, y qué sucede ahora. M.G.: –Yo era militante de base y fui delegado sindical varios años, en la vieja Asociación de Periodistas y fui parte del consejo de delegados. Pertenecía a una agrupación peronista, la 26 de Enero, que después fue Bloque de Prensa. Digamos que mi visión del mundo empresarial era obviamente crítica y cuestionadora, pero lo que sí puedo decirte es que las relaciones de entonces eran relaciones bastante cordiales, digamos nosotros podíamos ver al dueño en el pasillo, en el ascensor, y era un tano muy amable, quiero decir, iba con su familia, me acuerdo de la señora Mina que era su mujer, o Adriana su hija, por lo menos la que a mí me tocó, muy familiares en ese sentido y había una relación que con el curso de los años se iba haciendo, no te diría afectuosa, pero donde había un vinculo. El empresario no estaba reunido con cuatro abogados y dos contadores en el último piso para ir a comer a Puerto Madero, quizás porque era una empresa italiana. Pero también laburé varios años en Crónica y ahí también, verlos a los jefes, al mismo Héctor Carlos García lo veías pasar, para mí era una cosa como de mucha naturalidad. Me pasó cuando trabajé con Jacobo Timerman, yo lo quise mucho a Jacobo, me enseñó muchas cosas. Después trabajé en La Razón matutina, ya en democracia. Así que para mí la visión del patrón era una visión de alguien con quien no había una especie de confrontación automática o estable, sino que era una relación bastante cordial, yo creo, independientemente de las diferencias que uno necesariamente tenía. Entonces lo que quiero simplificar es que había una relación que también tenía que ver con una concepción del respeto que era diferente, pese a que eran tiempos de mucha lucha, no es que vos terminabas siendo amigo, pero había una situación muy peculiar de una relación que se personalizaba, lo cual también seguramente para ellos y para nosotros, en algún momento podía ser complejo. No sé si vos conocés un texto mío que se llama “Esto nunca existió, pibe” que publiqué en Página/12 hace ya algunos años, 2003 o 2004, donde yo cuento un poco esto, a propósito de la relación conflictiva que tuve en aquellos años con un hombre que después fue hombre de Menem, Raúl Burzaco. –El dueño de El Cronista Comercial y padre del ministro macrista actual que fue también fundador de la primera época de Tiempo Argentino. M.G.: –Nosotros le decíamos Don Raúl. Don Raúl estaba en los antípodas de nuestro pensamiento. Era un tipo que realmente era el emblema del neoliberalismo, hombre vinculado a los militares y a la dictadura. Bueno, ese hombre fue el que a mí me ayudó a salir del país. Yo estaba muy desesperado cuando me di cuenta de que tenía que rajar, esto era mayo, junio del ’76, el momento más duro, caían compañeros y demás y yo andaba medio de casa en casa y un día cuando ya no sabía qué hacer, ya no estaba en ninguna estructura política, lo llamé a su oficina, le dije “Don Raúl soy yo” y me dijo “Estaba esperando que me llamaras” y agregó “¿cómo estás?”, le dije “estoy muy mal”, nunca nos habíamos tuteado. Y me dijo “¿qué necesitás?”, “ayuda para salir”, y me citó en el Florida Garden a las 18 horas, y yo dije “me entrega”, es decir ¿iba o no iba? Fui y él estaba arriba en el primer piso tomando un café, yo me senté frente a él, me miró y me dijo “bueno, ¿qué necesitás exactamente?” y le dije “mire, me tengo que ir, tengo que salir del país y no tengo casa, no tengo documento, no tengo absolutamente nada” y me contesta “¿a dónde querés ir?” y le digo “bueno tengo que ir a algún lugar donde pueda laburar en el oficio, a algún lugar que hablen español, tiene que ser Venezuela, México, Cuba o España”. Me preguntó si tenía pasaporte y le dije que no tenía nada y me dice “bueno, te veo acá en 72 horas. Haceme llegar mañana una foto tuya, tamaño pasaporte”, en esa época eran 4x4 y se pegaban. “Bueno, gracias”, me levanté y me fui y otra vez era ¿vuelvo o no vuelvo? –El Florida Garden era un lugar donde estaban todos los servicios M.G.: –Quedaba a dos cuadras de la editorial. Y bueno le mandé la fotografía en blanco y negro. Para eso yo me afeité la barba, me corté el pelo, me dejé un bigote bien oscuro muy milico, me peiné a la gomina, y la foto, la tengo todavía, salgo un cana, un milico total, parezco un subteniente. Le mandé esa foto y a las 72 horas volví a encontrarlo, a las seis de la tarde en el Florida Garden, y él estaba sentado, tenía un sobre blanco sobre la mesa y en el momento en que yo me senté enfrente, estiró con las dos manos el sobre y me dijo: “Esto nunca existió, pibe. Nunca te ayudé, espero que tengas suerte, buenas tardes”, se levantó y se fue. Yo me quedé temblando, abrí el sobre y había un pasaporte impecable, 60 dólares que eran tres billetes de 20, y un boleto de la Pan American, Buenos Aires, Caracas, México. Publiqué en Página esta historia, cuando él murió, yo estaba en Italia y cuando lo leí por la web me impresionó mucho la muerte de este hombre. La cosa es que cuando yo volví a la Argentina en el ’84, una de las primeras cosas que hice fue ir a verlo, él estaba en Tiempo Argentino allá en la avenida Vélez Sársfield. Fue muy impresionante cuando lo vi en la pecera, allá arriba, y él me vio, sonrió, la secretaria me hizo pasar, y él me atendió, me dice “¿cómo te va, Mempo?, qué gusto verte, tantos años, ¿qué tal tu familia?”, me preguntó por la que había sido mi mujer, yo estaba divorciado, mis hijas, me convida un cafecito y en un momento le digo “bueno, Raúl, yo vengo a agradecerle, nueve años después”, me dice “¿agradecerme qué?”, y le digo “vamos, usted hizo mucho por mi”, “yo nunca te ayudé, eso nunca existió”, y marcó la coma, “pibe”. “Esto nunca existió, pibe”. Y yo ahí me reí y le dije “bueno, que quede en el aire mi agradecimiento porque realmente siento que sin la ayuda de aquella persona no estaría hoy aquí”. Y me dice, “bueno, cambiemos de tema, ¿estás buscando laburo?” Y yo no tenía trabajo pero me dije, no, la dignidad es mía, y le mentí “No, Don Raúl, ya tengo, le agradezco mucho”. Y era mentira, no tenía laburo, pero ya era demasiado. Me fui, nunca mas lo vi. Era un fascista, un hombre absolutamente del poder como para conseguir un pasaporte en 48 horas en aquella época. Durante mucho tiempo obviamente lo mantuve en reserva mientras él vivió, pero al día siguiente lo publiqué. –Esto habla mucho de cómo sos vos, y cómo fomentás determinado tipo de relaciones. En el sentido de que sos un tipo que defendés tu punto de vista y tus principios incluso pagando costos a veces por esas notas tan jugadas que tenés, pagás precios, pero también es cierto que estás siempre dispuesto al dialogo y a la diversidad. Muchos dirán bueno, pero Mempo que publica en Página/12, que es muy visto por todos los medios de izquierda, durante mucho tiempo fue columnista de La Nación. M.G.: –Sí, yo escribí en La Nación durante varios años, no de manera permanente, sino ocasionalmente, porque me pagaban bien, hasta que hace unos años, 2007 o 2008, ahí formalmente me invitaron a ser columnista durante bastante tiempo, hasta que hace un año y medio, dos años, por un incidente, que si me permitís aprovecho para contarlo porque no se conoció, yo me sentí muy molesto por una nota y también con el mismo respeto, con el mismo estilo mío, lo planteé y dije “bueno, yo frente a eso no quiero saber más nada”, mandé una carta a todo el personal, a todos los directivos y a la gente que yo conocía, diciéndoles por qué me iba, no le hice juicio ni nada, simplemente me fui. Y me fui porque por un lado venía sintiendo que había una cierta incomodidad para mí el estar en un diario que estaba del lado de Videla claramente, que tenía nostalgia de los milicos, digamos yo no me sentía cómodo, aunque debo decir que siempre me respetaron en lo que yo escribía, y que ése era el pacto. Y efectivamente el día que no me respetaron porque hubo una nota que yo mandé y que la mandaron al freezer, la tuvieron congelada como tres semanas, hasta que al final me di cuenta de que no iba a salir y dije bueno yo no puedo seguir en un diario que me censura, no una parte sino que me censura un artículo completo sobre la campaña que el diario estaba impulsando a través de su fundación para promover la candidatura de Juan Carr al Premio Nobel. Yo a Juan lo aprecio mucho, puedo decir que es mi amigo... –Comparto, quiero que quede claro que yo también tengo un gran aprecio por Juan Carr y su trabajo con Red Solidaria. M.G.: –Claro, y entonces yo escribí un articulo en el que sostenía que habiendo una candidatura que ya era historia y que llevaba muchos años y que era la candidatura de Estela de Carlotto y las Abuelas de Plaza de Mayo para el Premio Nobel de la Paz, me parecía que era inconveniente una nueva candidatura promovida por el diario La Nación, que además claramente iba en contra de la candidatura de Estela y que me parecía inoportuno, y en la nota, con mucho respeto, decía que lo invitaba a Juan a que diera un paso al costado y adhiriera a los esfuerzos por la candidatura de Estela. Por esos días había habido también una de las primeras editoriales del diario a favor de Jorge Rafael Videla y demás y bueno, en esa suma yo dije “acá ya no tengo nada que hacer”. En el diario tuvieron una actitud muy fría, nadie habló conmigo, nadie me llamó, yo simplemente dejé y ahí quedó. El diario mantuvo mi nombre, creo que todavía lo mantiene entre los columnistas, pero bueno, cada medio sabrá cómo quiere manejarse y la sociedad lo verá o no. Yo con esto que relato ahora creo que contribuyo a este esclarecimiento, como cuando Pepe Bianco dijo “vení que te clarifico”. –Conociéndote, Mempo, y siendo un tipo además muy conocido en el ámbito de la literatura y de la vida política, el hecho de que vos no hayas hecho un escándalo también habla de cómo sos en el sentido de que habrías podido contratar abogados y buscar victimizarte. M.G.: –Ése no es mi estilo. Yo eludo el escándalo, el conflicto que finalmente puede hacer que una persona que tiene algunos principios, algunos valores, termine siendo desvalorizada cuando arma un escándalo para llamar la atención y eso termina distrayendo la esencia de la cuestión. Todos lo hemos visto alguna vez o pensado o cuestionado de algún colega, y hay algunos colegas, sobre todo hoy, que se especializan en esas cosas escandalosas para llamar la atención, y les importa un pito la ética, la dignidad, los valores, porque lo que quieren es otra cosa. Yo he tratado de no ser de ésos... –Comparto esto que decís, en definitiva en el periodismo uno gana credibilidad y trata de emular, como vos decís, a los maestros y trata de dejar después algunos ejemplos para otros que ejercen la profesión y que se entrenan en la lectura de periódicos también tomen y diferencien la calidad, desde la ortografía hasta los valores. Ahora, sí me gustaría una reflexión tuya respecto de cómo hace hoy un lector, un televidente, que se ve inundado por las noticias de un portero del barrio de Palermo todo el día como si fuera una noticia excluyente, del asesinato de una adolescente, o cómo hace alguien que no puede diferenciar, porque a lo mejor no tiene capacidad para diferenciar, la columna de alguien que tiene una visión política de la columna de alguien que tiene otra visión política porque los medios tratan de tener cosas monocromáticas. M.G.: Por ahí mi respuesta es heterodoxa en este sentido, debo decir primero que yo hace rato que no veo televisión, hace muchos años estoy fuera de la televisión, por ahí me han invitado, cuando me han invitado he ido cordialmente, voy y digo lo que sé decir y me retiro, pero yo no veo televisión, no sigo ningún programa, me puedo enterar y si me entero me entero por los diarios, o porque alguien en una reunión comenta una cosa, puedo escucharlo con mayor o con menor interés pero no veo tele, solamente cuando quiero ver un partido de fútbol o una cosa así. Y esto a mí me preserva bastante, estoy interesado en lo que vos decís, el caso de esta chica o algún otro caso, obviamente soy un hombre que está informado y vivo en una sociedad hipercomunicada. En primer lugar yo apuesto a que el televidente o el lector forme, a lo largo del tiempo, su propio criterio y me imagino que mucha gente hará zapping, o apagará el televisor, o cambiará de canal o de radio, o no sé... y si no lo hacen, pobrecitos, la verdad que lo lamentaría mucho. En general, entre la gente que yo conozco, tampoco son ésos los temas de conversación, te confieso que no sé cuánto hace que fue el asesinato de la chiquita Ángeles, te puedo garantizar que en todo este tiempo yo no he tenido una sola conversación con nadie, no es un tema que yo he comentado ni que nadie me ha comentado a mí, la verdad que ésta es la primera vez que hablo dos palabras sobre esto. Supongo que por lo que parece el portero fue el asesino, bueno, espero que termine en cana, es todo lo que puedo decir. Ahora que me lo decís me pongo a pensar qué alegría me da que mis amigos me las cuenten... no ha sido un tema de conversación, hemos estado con vos tomando un café, y éste no fue un tema de conversación. Y que por ahí a mucha gente le pasa y también la repercusión de lo mediático puede estar siendo exagerada, te invito a que lo pensemos, por ahí también nosotros mismos, aunque nosotros no participemos del circo pero creemos que el circo existe y que es lo dominante, y a lo mejor no. –Y, por último, ¿vos creés que un lector tiene que estar advertido inmediatamente cuando a un periodista o columnista se lo silencia, se lo censura por un punto de vista, o es mejor evitar esa cosa escandalosa y que después se entere por un carril que sea mucho más informativo, analítico, que le permita cotejar o es conveniente el primer impacto? M.G.: –Es una buena pregunta. Me parece que el primer impacto es inevitable, es eso, es un impacto, que de alguna manera te va a conmover, pero yo seguiría apostando a la noticia digerida. Yo creo que uno se mantiene mejor informado cuando hiciste una digestión sobre eso, porque podés haber recibido todo muy amontonado, alborotado. Nosotros somos gente de oficio, al toque te das cuenta si te están vendiendo carne podrida, etc. No sé, me gustaría ponerme a pensar un poco una respuesta más cabal a lo que me estás preguntando. Me parece mejor tu pregunta que mi respuesta. 11/08/13 Miradas al Sur

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