Ultima semana de campaña. Sólo restan apenas unas horas para convencer a los todavía indecisos. Formalmente las PASO definen los candidatos que serán parte de las elecciones de octubre. Sin embargo, arriesgando a caer en un lugar común de estos últimos tiempos, lo que está en juego es el tipo de país que pretende el pueblo argentino y que tendrá su representación en el Congreso Nacional. Ultima semana de campaña. Sólo restan apenas unas horas para convencer a los todavía indecisos. Formalmente las PASO definen los candidatos que serán parte de las elecciones de octubre. Sin embargo, arriesgando a caer en un lugar común de estos últimos tiempos, lo que está en juego es el tipo de país que pretende el pueblo argentino y que tendrá su representación en el Congreso Nacional. Si bien la oferta electoral parece variada, lo cierto es que hay dos proyectos en pugna y uno de ellos ofrece diferentes variantes. Monolíticamente, a pesar de algunas deserciones, el Frente para la Victoria juega fuerte por la continuidad del modelo. En la vereda de enfrente, hay oportunistas que supieron abrevar en las aguas kirchneristas, radicales de todos los colores, macristas y la derecha peronista conforman el otro modelo en pugna que, aunque no lo reconozcan, sirven al que dominó la Argentina en los '90. La estrategia opositora es variada. Los hay que comenzaron reconociendo los logros de la década kirchnerista agregándole necesarias correcciones, aunque sin muchas pistas de lo que ello significa. El intendente de Tigre, Sergio Massa, fue quien utilizó esta técnica pero luego se arrepintió . Aunque no porque lo agredieran, sino porque descubrió que, como siempre, ante una copia es mejor quedarse con el original aunque tenga algunos defectos. Incluso llamó a silencio a los integrantes de su boleta porque no generaban el efecto deseado. Prefirió hablar él. Colmó sus declaraciones de lugares comunes, frases efectistas pero sin definiciones claras. Centró su discurso, a veces con un telepromter de por medio, en los logros de su gestión como intendente olvidando tal vez que lo que está en disputa son bancas de legisladores y no un sillón de gobernador o presidente. Incluso en la última entrevista que concedió al director del diario Perfil demostró su escasez de ideas frente a preguntas puntuales donde sus frases de ocasión no servían para responder. En más de una oportunidad trasuntó su nerviosismo y molestia por algunos requerimientos como sus drásticas caracterizaciones de Néstor Kirchner ante la Embajada de los Estados Unidos. "No vuelvo a discutir sobre cosas del pasado", dijo buscando desesperadamente terminar con el momento incómodo y rogando por preguntas más condescendientes. En todo caso, a Massa se le debe reconocer que tuvo cierta originalidad al recurrir a una fórmula diferente de conceptuar al gobierno de Cristina Fernández que el resto de los opositores definen como conservador o fascista. Lo hizo cuando se autodefinió como un integrante de "la revolución de los coroneles", ese grupo del que supo formar parte Juan Domingo Perón, y que terminó en 1943 con el gobierno conservador del catamarqueño Ramón S. Castillo, ese que llegó a la Rosada de la mano del fraude electoral. El problema para Massa es que él no es Perón y que CFK está muy lejos de ser Castillo porque surgió de elecciones libres, transparentes y democráticas. En este cambio de estrategia, Massa también se diferenció de sus socios de la oposición al enunciar algunos títulos de sus proyectos de ley. Habló de modificar el Impuesto a las Ganancias, que en sí no está mal, pero nada dijo de dónde obtendrá esos recursos que dejarán de ingresar a las arcas del Estado. Ya que se comparó con Perón debería recordar que el ex presidente desarrolló un proyecto que transformó el país y le otorgó al Estado un rol preponderante y nunca lo debilitó. Por eso, recurriendo al poeta y músico Andrés Calamaro, si los proyectos de Massa desfinancian el Estado se volverá más que real aquello de que "las deudas no se pagan con amor". El radicalismo, en tanto, parece cada día más resignado a ocupar el tercer lugar en las preferencias electorales. Insiste con mostrarse como la fuerza progresista que votó en contra de todas las leyes que garantizaron derechos. Eso sí, por ahora abandonó las aventuras en cuanto a alianzas electorales, como aquella que protagonizó con el desteñido Francisco de Narváez. En la provincia de Buenos Aires, la UCR se alió con la más radical de las ex radicales, Margarita Stolbizer, pero la aparición de Massa terminó por destruir sus expectativas a pesar de tener más coincidencias de fondo de lo que parece. Y esto se nota porque los candidatos macristas que están en la boleta del intendente de Tigre votaron de la misma forma que los radicales. Siempre en contra. Mientras la oposición lucha con disimular sus coincidencias y mostrarse como alternativa, el Frente para la Victoria continúa demostrando una cualidad poco usual entre los partidos que tienen un largo período de gobierno. Y es que a pesar de la década al frente del Ejecutivo nacional, con todo el desgaste que ello implica, continúa mostrándose fuerte y con respaldo popular. Sostener que es fruto de la incapacidad de la oposición para generar una propuesta diferente sería faltar a la verdad. Hay un porcentaje de ello. Pero lo cierto es que durante estos años le dio carnadura y realidad al modelo político que declama. Es posible que las transformaciones no hayan modificado mucho la vida de aquellos que habían logrado mantenerse en la clase media, pero a los que les permitió retomar o incorporarse a este sector social y, sobre todo, a los que sacó de la miseria y la desprotección, el cambio fue trascendental y para muchos puede resultar complejo de comprender en toda su extensión. Esos cambios no se olvidan fácilmente. Allí reside algunas de las razones por la que Martín Insaurralde crece en los sondeos de opinión en la provincia de Buenos Aires y amenaza con desbancar a Massa. Esto también lo sabe la oposición que centra sus esperanzas en los centros urbanos que suelen tener una población más proclive a tener una memoria lábil con respecto al pasado reciente. En cinco días más se develará si lo que indican las encuestas es verdad o no. Las PASO servirán también para hacer una primera medición del humor social, ajustar estrategias y despedir a algunos postulantes que tal vez deban abandonar sus escaños el próximo 10 de diciembre. Infonews
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