Edward Snowden pateó el tablero. El ex topo de la CIA que permanece "asilado" en un aeropuerto de Moscú destapó un escandaloso programa de espionaje cibernético e intervención política comandado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, que tiene bajo sus redes no sólo a los ciudadanos estadounidenses sino que afecta al resto del planeta. La denuncia demuestra algo sabido, pero la historia detallada del espionaje contada por un protagonista no sólo obliga a despejar esa mirada ingenua que muchos aún hoy mantienen sobre Internet, las redes sociales y las empresas como Google y Facebook, sino que obligó a Washington y a los gobiernos europeos que siguen a rajatabla sus dictados a ponerle un bozal internacional tanto a Snowden como a quienes intenten imitarlo en el futuro. No se pueden repetir los casos de Julian Assange –aún aislado en la embajada ecuatoriana en Londres– y Snowden, es la premisa que los Estados Unidos quiere hacer cumplir en el mundo. De allí que sus órdenes –y el "felpudismo" de los gobiernos europeos– lleven a cometer escandalosos hechos como la detención del vuelo del presidente Evo Morales sobre el viejo continente. Las 13 horas que el mandatario boliviano se vio obligado a pasar en un aeropuerto de Viena fueron un hecho que llevó al repudio de la región, tanto de la Unasur como de la Organización de Estados Americanos (OEA). Expresiones de apoyo a Evo, pedido de explicaciones a los gobiernos europeos por el virtual "secuestro" de un jefe de Estado sudamericano y a Washington por los actos de espionaje, y medidas que se estudia poner en marcha en el Mercosur, como es la de obligar a las firmas extranjeras que ofrecen acceso y servicios en Internet a almacenar sus datos en cada país y no en el exterior, léase Estados Unidos. La voz de la presidenta de la Argentina fue una de las que con más fuerza se escuchó tanto en los encuentros internacionales como dentro del país, repudiando el maltrato recibido por Evo Morales como las redes de espionaje tendidas por Estados Unidos en la región. En la región, tanto el gigante brasileño como los castigados –por Washington y sus seguidores de derecha– Venezuela y Ecuador, también se abroquelaron frente al espionaje del Norte. Llamativamente, en la Argentina se sigue sintiendo un estruendoso silencio opositor. Está dentro de la lógica de su conformación ideológica que la Unión Industrial Argentina (UIA) no siguiera el camino de sus pares de la poderosa Federación Industrial de San Pablo, que repudió públicamente el espionaje estadounidense sobre empresarios locales. Tampoco se podía esperar crítica alguna de parte de Mauricio Macri, Francisco de Narváez o Sergio Massa, es recordado su discurso crítico al kirchnerismo –de cuyo gobierno formaba parte entonces– brindado en la embajada estadounidense en Buenos Aires y revelado por WikiLeaks. Pero el silencio de los candidatos de la autoproclamada centroizquierda es patético y demuestra un "felpudismo" militante respecto de Washington que pone seriamente en peligro el futuro de la Unasur y el Mercosur en caso de que puedan acceder al poder en 2015. Un caso singular, por no calificarlo de lamentable, es el del ex gobernador santafesino y actual candidato a diputado Hermes Binner quien, tiempo atrás, se había revelado como una oposición congruente con el pensamiento socialista y realmente seria y responsable en el Congreso de la Nación –apoyando leyes impulsadas por el krichnerismo que coincidían con las posiciones históricas del socialismo, como la reestatización del sistema provisional–, ha caído en la trampa antikirchnerista de la oposición sistemática, aun a costa de romper con sus reclamos históricos. Es el mismo Binner que, por el fuerte vínculo entre Cristina y el ya fallecido Hugo Chávez, declaró que en las últimas elecciones en las que se presentó el líder venezolano hubiera votado por Enrique Capriles, el fiel representante de la derecha caribeña. A este cronista le tocó estar en Caracas durante los funerales de Chávez en marzo último, y pudo presenciar cómo los socios políticos de Binner quedaron descolocados y lo insultaban por lo bajo, por esas declaraciones que no podían explicar de ninguna manera ante los dirigentes socialistas del resto del mundo. Este apoyo a la derecha golpista venezolana tiene su continuidad con la actitud asumida ante el desprecio de la soberanía boliviana demostrado por Europa y las redes de espionaje desplegadas por Washington en la región. ¿Verdaderamente Binner cree que la derecha golpista venezolana es mejor que Chávez o Maduro? ¿Cree que ni siquiera merece una queja el ataque a la dignidad de Evo Morales? ¿Ve normal y correcto que Estados Unidos espíe a políticos y empresarios del resto del mundo? ¿Será así o la historia y el pensamiento de Binner se vieron arrasados por el discurso antikirchnerista salvaje y del Grupo Clarín? El de Binner es un ejemplo lamentable. No es el único, su actitud se ve reflejada en gran parte del arco opositor. Es una pena. Y un antecedente peligroso. ¿El borrar de un plumazo todo lo hecho por Néstor y Cristina llevará a un posible gobierno autoproclamado de centroizquierda a romper la Unasur y volver a las "relaciones carnales" con Washington? ¿Su ejemplo de postura frente a Estados Unidos será el de los colombianos Uribe y Santos o el de los brasileños Lula y Dilma? Por ahora, la falta de un rechazo firme a lo ocurrido por parte de este sector de la oposición argentina lleva a pensar en la idea del felpudo, más que de un fortalecimiento de la soberanía política y económica regional. Tiempo Argentino
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