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Y dale con el fin de la Historia...

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Por Miradas al Sur contacto@miradasalsur.com Norberto Galasso, Mario Oporto, Eduardo López, Tito Nenna, Viviana Alonso y Néstor Rebecchi debaten sobre la intención del Ministerio de Educación del Gobierno porteño de eliminar Historia de 4º y 5º año del secundario. Mauricio Macri y sus funcionarios han decidido quitar la materia Historia de 4º y 5º año, según el prediseño curricular que su ministro de Educación, Esteban Bullrich, informó a las escuelas secundarias. No es cualquiera el contenido que se elimina: los estudiantes podrán estudiar Grecia y Roma, pero en 4º y 5º año, cuando ven historia argentina y latinoamericana, se encontrarán sin esas materias. Ya en la década de 1990 muchos siguieron el decreto académico neoliberal de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia; ahora, veinte años después y bien probado ese error, y en el caso del jefe de Gobierno sin el sustento teórico de Fukuyama, se presenta esta idea que oscila entre lo controversial y lo lesivo del derecho a la educación. Cuenta Eduardo López, secretario general de la Unión de los Trabajadores de la Educación (UTE), que en la web ha quedado un debate entre el comandante Hugo Chávez y Macri en el programa de Mirtha Legrand. Dice Macri: “La historia es pasado, hay que mirar al futuro”. Y dice Chávez: “La historia nos enseña a comprender el presente y el futuro”. Parte de ese contraste, López recuerda: “Hace tres años el Gobierno de la Ciudad también prohibió los materiales del Bicentenario que se habían hecho en el mismo Ministerio de Educación porteño, que reivindicaban a los pueblos originarios, los afrodescendientes, los trabajadores y las mujeres en la historia argentina. Los censuraron: no lo publicaron para las escuelas. Pero el pueblo salió a recordar el Bicentenario porque la historia está en las calles”. Por eso mismo, cree Tito Nenna, legislador porteño del Frente para la Victoria, la medida polémica produjo dos efectos inmediatos. El primero, la movilización de la comunidad educativa: “Hubo una respuesta de los trabajadores de la educación, de los estudiantes, de los padres; surgieron discusiones y reflexiones acerca de por qué la currícula de la nueva escuela secundaria se debe reformular con el protagonismo de la comunidad educativa”, señala. El segundo: “Mostrar que nos quieren sacar del debate de la historia. Estos gobiernos que hoy no tienen la historia como un lugar de construcción, tienen que dar cuenta desde su ideología que esta decisión no se toma sólo desde el punto de vista educativo. Esta decisión marca la ideología del gobierno de Macri”. Restos de la historia mitrista. Para Norberto Galasso, historiador y docente universitario, Macri es “un representante de los sectores dominantes que han tratado de evitar que el pueblo, que los jóvenes estudiantes y los que vayan a venir, se interioricen sobre nuestra verdadera historia”. Se han aferrado a una versión que está totalmente en crisis: “La historia mitrista que leímos en Billiken”, dice Galasso. “Esa historia ya no resiste porque la gente empieza a saber que Bartolomé Mitre hizo un genocidio con los pueblos del noroeste durante su gobierno, que fue dictatorial. Hoy volvemos a hablar de Simón Bolívar, de José de San Martín, de José Gervasio de Artigas, de Mariano Moreno, de Manuel Belgrano, de Manuel Dorrego... figuras fundamentales de la historia que es más que la historia argentina: es la historia de la Patria Grande. Hay un proceso latinoamericano: Unasur y la Celac concretan los objetivos básicos de los hombres de Mayo. Sin ese conocimiento del pasado no podemos vivir en el presente”. Mario Oporto, profesor de la materia, diputado nacional del FpV y ex director general de Cultura y Educación bonaerense, coincide y va más allá en la identificación de los criterios ideológicos del jefe del Gobierno y su equipo: “Creo que el gobierno de Macri se basa en una lectura demasiado intensa del libro de Andrés Oppenheimer ¡Basta de Historias! La Obsesión Latinoamericana con el Pasado y la Clave del Futuro”, dice. Lo leyó cinco veces, aclara, y se indignó cada una: “Es un libro antiargentino. Plantea que América latina vive atrasada porque le interesa el pasado y que al mundo desarrollado no le importa la historia sino el futuro. El macrismo plantea el tema de la historia en ese esquema. Me parece que están en contra de la historia en su totalidad, incluida la historia mitrista”. ¿La razón? Según López, “Macri apunta a atacar el pensamiento crítico”. Nada más y nada menos que una de las funciones principales de la escuela. “Cuando enseño Geografía, doy el planisferio al derecho y al revés –sigue López–: no importa si lo prefieren al derecho o al revés: importa que desarrollen pensamiento crítico, que tengan distintos puntos de vista. Eso es lo que se ataca: se quiere un relato oficial sin perspectivas distintas, porque cuando cae la historia mitrista, el relato oficial sobre el país y Latinoamérica, surgen distintos puntos de vista y eso preocupa al jefe de Gobierno: la materia Historia empieza a ser peligrosa”. Historia contemporánea y voto joven. Que un estudiante de 4º y 5º año, que desde estas elecciones tienen derecho a votar, sepa que en la historia latinoamericana hubo desavenencias y acuerdos, idas y vueltas, es importante para que el pasado ayude a entender el presente. “Y a la inversa –acota Oporto–: si el presente es contradictorio y lleno de enfrentamientos internos, si nunca hay bloques prolijamente resueltos, ¿por qué hubiera sido así en el pasado? El pasado no es prolijo, es como el presente. Hace bien entender las contradicciones para luego poder sacar enseñanzas más globales: no quedarse en la historia del acontecimiento sino ver una que explique los procesos. Pero eso es pedirle mucho a Macri, ¿no?”. Galasso agrega que para alguna gente la historia puede ser también peligrosa: “Un estudiante se podría decidir a analizar la historia de los Macri, y encontraría la estatización de la deuda privada, por ejemplo, cuando Domingo Cavallo la cargó sobre las espaldas del pueblo, al ver que terminaba la dictadura genocida. O hallaría el contrabando de autopartes que también se le ha imputado a Mauricio que formaba parte del directorio de Sevel…” ¿Cuánto incide en esta medida que los chicos de 4º y 5º año sean los que acceden hoy al voto? “Incide –dice Nenna–. Son los jóvenes de dieciséis y diecisiete años que acceden a ser protagonistas del proceso político en la Argentina. Pero en el Gobierno de la Ciudad quieren la historia oficial, el relato oficial: los contenidos de sus netbooks están en un acuerdo con el Grupo Clarín. Esto hay que decirlo; se tienen que hacer cargo”. Nenna destaca que la Legislatura convocó al ministro Bullrich, y no asistió. “Tampoco atendió a los rectores que le pidieron reuniones para poder discutir la cuestión porque hoy la realidad de las escuelas está cambiando: la historia reciente ha sido recuperada para nuestros jóvenes. Hoy tenemos escuelas con nombres de docentes desaparecidos, por ejemplo. Y eso es una construcción colectiva; no es que a un legislador o a un dirigente se le ocurre cambiarle el nombre a una escuela como ocurría antes. Hoy se trata de un proceso de discusión, de participación en las escuelas, del que sale un conocimiento. La escuela comercial Norberto Morresi, en Parque Patricios, llega a ese nombre tras un trabajo de los profesores de Historia y de Educación Cívica y los estudiantes”. Escuelas de reingreso. Uno de esos cambios es el dispositivo pedagógico de retención de estudiantes que son las Escuelas de Reingreso, creadas en la ciudad de Buenos Aires en el año 2004, tras un relevamiento que detectó que 18.000 jóvenes de entre dieciséis y dieciocho años habían quedado fuera del sistema educativo. “Por lo general, los chicos que asisten vienen de repitencias, de abandonos”, dice Néstor Rebecchi, director de la Escuela de Reingreso Nº 2 ubicada en el barrio de La Boca, en la Av. Regimiento de Patricios 1933. “En vez de cinco años, se cursan cuatro; no se avanza por año sino por materia, casi como un régimen universitario. Ya llevamos nueve años”, se enorgullece. Viviana Alonso, profesora de historia argentina del siglo XX, en este momento en tercer año, llevó a Galasso a dar una clase pública en la Escuela de Reingreso contra el plan macrista de eliminación de la historia. “Nuestra intención fue hacer visible el proyecto de los prediseños curriculares del Gobierno de la Ciudad, que propone que para en cuarto y quinto año los alumnos opten entre alguna materia que tenga que ver con las ciencias sociales; tendrían Historia o Geografía o Economía, según decida la orientación que tome cada escuela. Quisimos levantar una alerta”, puntualiza. El historiador hizo una intervención muy interesante, según define Alonso: “Planteó los peligros de desconocer sobre todo la historia de los últimos años, si uno tiene en cuenta que el objeto de estudio de las ciencias sociales es la realidad social. Para poder comprenderla, es indispensable conocer el pasado. Tengo el orgullo de haber compartido muchos espacios con Norberto, de capacitación en la CTA y otros lugares donde he militado. ¿Por qué insistir con Norberto, con llevarlo ante los alumnos del profesorado? Para que los pibes conozcan una historia distinta de la de los manuales, no sólo la de de Egipto o Roma... Norberto decía en la clase: tienen que conocer el 17 de Octubre, el Cordobazo... Yo enseño la Revolución de Mayo con el último libro de Norberto, que presenta otra mirada de la historia”. Es, dice, “un libro perfecto porque ofrece otro plano de ese proceso”. Otro elemento que resalta la docente para señalar la importancia del estudio de la historia argentina contemporánea es la imbricación de la escuela con el barrio: “Hemos hecho un trabajo sobre los desaparecidos, parte de un proyecto de memoria para el cual se entrevistó a hijos y familiares del barrio de la Boca, detenidos-desaparecidos de delegados de Alpargatas.. Los mismos alumnos, por ejemplo, trajeron el tema de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán porque el puente estaba cortado, y a partir de eso hicieron un relevamiento”. Por eso, cree Alonso, “es muy contradictorio proponer que se saque Historia de 4º y 5º año justo en el momento cuando existe el voto a los dieciséis años”. También Galasso lo entiende así: “No hay modo de entender el presente si no sabemos de dónde venimos. Ahora tenemos un grado de politización de la sociedad, con respecto al escepticismo del año 2001, cuando los muchachos se iban a Europa, enorme. Y ese grado de politización los hace preguntar. No sé si es casualidad o si les molesta, pero Macri y Bullrich tratan de parar el proceso de repolitización, mientras vivimos una crisis tremenda en la oposición, un juego de personas que se pasan de un lado a otro como si no hubiera ideología”. Por eso Rebecchi ve otra cuestión en debate: “Hace dos meses el Ministro de Educación nacional, Alberto Sileoni, estuvo en la Comisión de Educación, y un diputado ex peronista, cercano a Macri, le dijo: ‘Estamos preocupados por el pensamiento único’. Sileoni le respondió ‘Garantizamos la pluralidad de ideas’, y yo intervine: ‘Ahora que el ministro lo dice me quedo tranquilo porque desde la creación del sistema educativo en la segunda mitad del siglo XIX sólo hubo pensamiento único’. Sucede que para el pensamiento conservador que representa Macri la pluralidad de ideas sólo es el pensamiento único de la oligarquía liberal”. La historia, define Rebecchi, “desenmascara y ayuda a entender el presente, y estimula la participación hoy, en un presente que me parece hermoso para participar: cuando por primera vez en Latinoamérica hay más clase media que pobres”. Oporto concluye: “Es bueno que los jóvenes sepan que la política a veces es para resistir pero a veces es para construir”. 14/07/13 Miradas al Sur

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