Hoy, 11 de julio, es el Día del Bandoneón, declarado por Ley Nacional, en homenaje al nacimiento, el 11 de julio de 1914, de Aníbal Troilo, alias Pichuco. Fue uno de los mayores bandoneonistas argentinos, también compositor y director de orquesta. Nació en la calle Cabrera 2937, entre Anchorena y Laprida pero desde los 8 años de edad (después de la muerte de su padre) lo hizo en Soler 3280, entre Gallo y Agüero. Troilo, que escuchaba tocar el bandoneón en los bares de su barrio, a los 10 años convenció a su madre para que le comprara su primer bandoneón, con el que toco casi toda su vida. Un año después, en 1925 (cuando tenía 11 años) realizó su primera actuación en un bar pegado al Mercado de Abasto. A los 14 años ya había formado un quinteto.En diciembre de 1930 fue contratado para formar parte del famoso sexteto del violinista Elvino Vardaro, el pianista Osvaldo Pugliese y Alfrredo Gobbi (hijo), donde tuvo como compañero a Ciriaco Ortiz, de quien Troilo más adelante se consideraría deudor. Luego pasó por numerosas orquestas. Con su orquesta trabajó casi ininterrumpidamente, hasta el año de su muerte. La muerte de su mejor amigo, el poeta Homero Manzi (1907-1951), le produjo una profunda depresión que duró más de un año. En su memoria compuso el tango Responso. En 1971 inauguró la plaza Homero Manzi, en conmemoración de los veinte años del fallecimiento del poeta. Falleció el 18 de mayo de 1975. (Télam) Pichuco Por Humberto Costantini (1973) ¿A usted le asombraría verlo tomar la posición del loto? ¿asumir la nirvana? ¿curar en sol mayor a los enfermos? ¿Usted diría que no si tuviera un tachito con incienso? Porque ¿quién lo va a discutir? Si es ley antigua. Si hay que zalameriarlo. Protegerlo. Porque ¿y si se disgusta? ¿Y si dice por ahí: no le hago más variaciones a Recuerdo? ¿Y si en eso se va? ¿Y si agarra y se lleva a Sur, a Barrio de tango y a María? ¿Usted se lo imagina? ¡Qué silencio! Porque, está bien. El dice que creció en Palermo. Pero ¿y si no? ¿si vino del Olimpo? ¿Y si llegó muy pancho del infierno? ¿Y si un día lo viera al abrir el estuche en vez del bandoneón sacar la lira y resultaba que era nomás Orfeo? Por eso hay que cuidarlo. Por las dudas. Saberle los gruñidos. Tocarle la papada. Contemplarlo. Quererlo. Mire si se disgusta. Si se embronca y se va. Uh, ni pensar lo que sería el silencio.
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